Ps. Constanze Ihl Herbach
Al hablar de violencia intrafamiliar nos referimos a cualquier acción que transgrede la integridad física, psicológica o social de otra persona, que es miembro de la familia, ya sea por consanguinidad, matrimonio, convivencia o hijos en común.
Como profesionales de la salud, recomendamos y reforzamos lo sano que es aprender a reconocer y a comunicar las emociones oportunamente, para evitar causar daño a otra persona. Nada justifica el uso de la violencia hacia otra persona, ni tampoco hacia otro integrante de la familia, y menos aún por el hecho de tener rabia u otra emoción agobiante.
Este tipo de violencia es un problema transversal que afecta a muchas familias en nuestro país y al mundo entero, sin importar la clase social, religión o edad de sus integrantes.
El objetivo de esta columna es que tengas a mano toda la información necesaria para saber cómo detectar y actuar frente a la violencia intrafamiliar, ya que nadie merece recibir algún tipo de maltrato. Si la has vivido, no te avergüences de ello, ni te sientas culpable. Percatarse de que se vive esta realidad es muy difícil, ya que suele avanzar de manera lenta y muy sutil, pudiendo pasar desapercibida muchas veces.
Aparte de la violencia psicológica existen otras formas de manifestación de VIF como son la violencia física, económica (manejar y controlar las decisiones económicas, haciendo sentir a la víctima como inferior), y la violencia de tipo sexual, que se caracteriza por forzar a la otra persona a llevar a cabo un acto de significación sexual que no desea o que no consiente.
La violencia intrafamiliar tiene un impacto negativo y notorio en la salud, en la calidad de vida y en la percepción de estado de bienestar de quien la sufre. Éste se puede reconocer en cambios comportamentales, y diversa sintomatología que varía de persona a persona. Además, afecta la salud mental y autoestima de la persona que la sufre, al no sentirse merecedor(a) de ser tratada(o) con afecto, pudiendo desarrollar sentimientos negativos reiterativos, auto-reproches o incluso llegar a experimentar culpabilidad por lo vivido (al atribuirse la responsabilidad, que es precisamente lo que la persona agresora busca). Con ello también aumenta la probabilidad de desarrollar un cuadro depresivo, presentar ideación suicida, desarrollar un trastorno de estrés postraumático, y que aumenten los niveles de ansiedad, debido al temor permanente de vivenciar un nuevo episodio de violencia. Además puede aumentar el consumo de sustancias (de alcohol y otras drogas), como un mecanismo para aliviar el sufrimiento.
Una vez que uno(a) reconoce que está siendo víctima de violencia intrafamiliar, es central buscar ayuda para evitar que este tipo de conductas se sigan repitiendo, afectando la propia calidad de vida, salud e integridad. Recuerda que nada justifica la violencia, y que quien maltrata tiene la posibilidad de reaccionar de otra forma o decidir pedir ayuda, entendiendo que haber pasado por experiencias de maltrato no da derecho a replicarlo contra otras personas.
Recuerda que en la UCEN hay distintos dispositivos de apoyo para ti dependiendo del problema que te esté afectando. En la DAVE cuentas con el programa de orientación psicológica, donde podemos apoyarte ya sea con esta u otras dificultades.