Ps. Constanze Ihl
En septiembre se conmemora el día mundial por la prevención del suicidio, con el objetivo de sensibilizar y visibilizar sobre este fenómeno multicausal, que afecta a personas de todas las edades, características y situaciones de vida. En este último tiempo, a raíz de las dificultades que hemos experimentado para mantener el contacto e interacción social, hemos sido testigos de un aumento en la sensación de soledad o desamparo, y con ello también puede aumentar el riesgo suicida.
Hoy, enfocaremos este espacio en la relevancia de contener y apoyar a quienes han sufrido la pérdida de una persona del entorno cercano, o significativa para sus vidas, a raíz del suicidio.
Es esperable que la comunidad a la cual pertenece la persona que se suicida, quede enormemente afectada. Ser cercano(a) a alguien que tomó la decisión de poner fin a su vida puede generar sentimientos y pensamientos intensos, tales como frustración, impotencia, culpa o angustia al percibir no haber podido hacer nada para cambiar el rumbo de esta decisión. Es muy importante entonces aceptar que no hay una razón única que haya influido en la muerte de un ser querido, y que es difícil saber de antemano los dolores por los cuales está atravesando la persona, si no los comunica.
Es esencial tener en cuenta que no habrá respuestas a todas las preguntas que quedan tras la partida de una persona que se suicida. Además, no es posible generalizar, ya que cada persona vive el duelo a su manera y a sus tiempos.
La forma de vivir la tristeza tampoco será igual para todos; a algunos les aliviará llorar, otros pueden tener la sensación de no querer o no ser capaz de hacerlo. No obstante, sí es posible identificar algunas reacciones comunes en quienes viven una pérdida por este motivo. En el período inicial es frecuente experimentar una conmoción emocional, pudiendo parecer que la situación se vive como irreal o un sueño, que surja un bloqueo o adormecimiento emocional (no poder llorar ni sentir dolor), o bien incluso experimentar reacciones físicas como dolores de cabeza, impacto en el apetito, problemas para dormir, entre otras. Algunas personas comienzan a soñar con la persona fallecida, o sentir que escuchan su voz o que se ve a la persona en la calle; y todo esto también es normal.
Algunas recomendaciones generales que pueden ayudar a elaborar el duelo es acompañar, pues al ser seres relacionales la compañía de otros se vuelve esencial. Es importante dar el tiempo necesario para que se procese lo vivido, sin sobreexigir o apurar a tomar decisiones. Hablar puede ayudar a transitar el duelo y permitir expresar libremente todas las emociones que se tengan, sin ser necesario que se esté todo el tiempo en conversación activa para que la otra persona se sienta acompañado/a. Muchas veces basta sentarse juntos y simplemente estar ahí para la otra persona. Otra ayuda útil puede darse ante la necesidad de realizar trámites o cuidar de otros(as), ya que en ese primer momento de dolor y confusión pueden sentirse como tareas muy difíciles de resolver.
Sufrir una pérdida porque una persona se suicida, y también perder a un ser querido en otras circunstancias, provoca un intenso impacto emocional, por lo cual es vital estar atento/a ante el surgimiento de cualquier cambio importante en el ánimo o comportamiento, y comunicar oportunamente a las redes de apoyo, siendo más que recomendable acudir por ayuda profesional (psicólogo(a) y/o psiquiatra).
Te recordamos los apoyos disponibles para estudiantes UCEN Sede Santiago:
Programa orientación psicológica DAVE
Te compartimos 3 guías de apoyo de prevención del suicidio que pueden serte útiles:
Guia de apoyo a sobrevivientes de pérdida por suicidio de un ser querido
Guía de prevención del suicidio en tiempos de Covid-19
Guía de salud mental y prevención del suicidio para estudiantes de educación superior