Viernes 3 de Septiembre de 2021
Ps. Karem Leiva
El suicidio es un fenómeno que ha ido en aumento, no solo en nuestro país sino que también en otros lugares del mundo. Al ser un tema tan amplio, con múltiples causas y estar asociado a factores sociales, culturales y de salud, cuesta poder definirlo y explicarlo de una manera única, por lo que vamos a entender como conducta suicida ‘todo el espectro que va desde la ideación suicida hasta la consumación del hecho’. Sin embargo, esta definición sigue siendo poco precisa y no nos delimita el tema en cuestión; lo que pasa es que en ocasiones entendemos como suicida solo aquel que ejecuta el acto concreto, es decir, aquel que decide o intenta poner fin a su vida, olvidándonos y restándole importancia a aquellas personas que viven día a día con estas ideas, lo cual representa una lucha interna sobre la ambivalencia que genera este tema. Además, olvidamos que no es una decisión que se toma de la noche a la mañana, sino que es algo progresivo y que muchas veces más que querer morir, propiamente tal, es una forma de disminuir el sufrimiento, volviéndose un medio para el fin.
Este fenómeno se encuentra íntimamente relacionado con el concepto de salud mental, el cual se refiere a nuestro bienestar emocional, psicológico y social que participa en cómo nos relacionamos, pensamos, actuamos y nos sentimos al enfrentar diversos momentos de la vida; algunos más sencillos y otros más complejos. Según la guía práctica en salud mental y prevención de suicidio del MINSAL (2019), en Chile 2 de cada 10 personas presentan problemas de salud mental y las enfermedades en esta área corresponden a casi un tercio de la carga global de enfermedades. Por lo que verás, es más común de lo que podríamos llegar a imaginar.
Si observamos la realidad chilena, las cifras nos hablan de una situación alarmante. La mismas guía explica que en los últimos 10 años las muertes por suicidio han aumentado, siendo la población adolescente y adulto-joven las más recurrentes, al igual que las personas sobre los 65 años. En nuestro país cerca de 1800 personas mueren al año producto de suicidio y por cada una de estas personas al menos 20 realizaron un intento suicida previo.
Ahora, me gustaría que se imaginaran la siguiente situación: Nos encontramos atentos a una clase, ya sea presencial o de forma online, y vemos a través de la pantalla o en persona que un compañero está sufriendo una convulsión; ¿seguiríamos viendo la clase? ¿pararíamos para poder ayudarlo? ¿le avisaríamos a algún cercano de esta situación para que pudiese ayudar a este compañero? ¿lo llevaríamos a algún centro asistencial? La respuesta más probable sería que sí, pues una convulsión es lo suficientemente alarmante como para preocuparnos, sacarnos de nuestra inercia y poder ayudarlo. Pasadas unas semanas de este evento, ¿nos acercaríamos al compañero a preguntarle como sigue? Claramente sí, o al menos lo tendríamos en mente en caso de que sucediera otra vez.
La pregunta ahora es ¿por qué no sucede esto mismo con las ideas suicidas de nuestros pares? ¿por qué no nos alertamos lo suficiente como para intervenir de alguna u otra forma? La respuesta puede ser que no nos sintamos suficientes para poder ayudar o creemos que no contamos con las herramientas necesarias para abordar un tema que nos parece complejo y sensible, sin embargo, hacer algo es mucho más sencillo de lo que pensamos, pues no todos somos personal de la salud e igual ayudaríamos a nuestro compañero que convulsiona.
La mayoría de las personas que realizaron un intento suicida experimentaron soledad e incomprensión en algún momento de sus vidas, pues al sentirse abrumados ya sea por acumulación de situaciones o por un evento puntual buscan aislarse e intentan solucionar el problema por su propia cuenta. Por lo que el poder mirarnos y estar en contacto con nuestros cercanos, puede ayudarnos a nosotros mismos y también a otros a evitar un desenlace lamentable.
¿Cuáles son las herramientas que tengo yo para poder ayudar a alguien?
Es importante tener en mente que la gran mayoría de las personas que se suicidan previamente comunican su ideación a un tercero, ya sea profesional o personas cercanas. Esto se nos presenta como una realidad difícil de enfrentar pues el pensar que alguien pudo haber hecho algo y quizás se vio limitado por la ansiedad que genera hablar de este tema, puede llegar a ser frustrante.
Es importante considerar que no existe una forma única y correcta de hablar sobre el tema, sin embargo, se sugiere comenzar desde preguntas generales y neutrales, que hagan referencia al sentir emocional de la persona, a su malestar y sobre sus ganas de vivir, para que así poco a poco nos acerquemos a preguntas más específicas. Siempre será mejor y más seguro hablar de suicidio, ya sea de las ideas o de la acción misma. El no compartir este tipo de vivencias nos enceguece haciéndonos sentir que habitamos un abismo.
Al momento de hablar del tema debiese hacerse sin prejuicios, juicios y evitando inducir respuestas o agregar calificativos. Más allá de nuestras propias creencias y opiniones del tema, debemos tener en mente que lo que deseamos es poder ayudar a esa persona en su sufrimiento.
Al estar inserto en un ambiente académico, poner en práctica estas herramientas puede ser mucho más sencillo, por lo que si estás en conocimiento de alguien que tenga algún tipo de riesgo suicida es importante que te pongas en contacto con el coordinador de la carrera para que así la comunidad pueda ayudarlo/a, o bien entregarle información sobre los centros asistenciales de urgencia a los que puede asistir.
Puedes llamar a salud responde 600 360 7777, pedir asistencia en el 131 o te puedes dirigir a tu centro de salud más cercano.
Comunicarnos y mirarnos parece esencial, más cuando la tecnología nos ha quitado un poco la cercanía, por lo que la invitación es a acércanos, hablar y abrirnos desde la escucha sin prejuicios, desde la disposición y desde el saber que contamos con ciertas herramientas, que por más simples que nos parezcan, nos permiten apoyar a otros y hacerles saber que no se encuentran solos, y que dentro de lo posible le entregaremos nuestra ayuda. No hay una sola señal que nos pueda dar luces rápida y fácilmente que alguien está atravesando por una situación de este tipo, pero sí depende de nosotros/as prestar atención en tener una actitud cálida y contenedora si alguien nos comenta estar teniendo estas sensaciones, de manera de no sentirse juzgado/a y atreverse a pedir las ayudas que sean necesarias.
Te recordamos que en la DAVE cuentas con el programa de orientación psicológica donde el equipo de psicólogas puede orientar y ayudar en esta temática, como también en otras.