Click acá para ir directamente al contenido

Martes 21 de Junio de 2016

Primarias, partidos políticos y (des)confianza de los electores

Columna del decano Marco Moreno en El Mostrador

Imagen foto_00000001Los resultados del debut de las primarias municipales para elegir candidatos a alcaldes, en 93 comunas, dejan un balance preliminar más bien pesimista acerca de la efectividad de este tipo de procedimientos como medio para recuperar la confianza de los electores.

Este dato y los resultados obtenidos en las primarias legales municipales, contrasta con las interpretaciones complacientes de los partidos políticos: todos, desde la UDI al PC, se declaran ganadores de algo.

Desde del gremialismo señalaron “que hay una sola conclusión: la UDI ganó las primarias”. Para Evópoli, con “una comuna” (Teodoro Schmidt), la expectativa se cumpliría y, en el caso del PRI, en tres. La mesa directiva de RN aseguró que se encontraba “satisfecha”, afirmando además que ganaron la mitad de las primarias en que participaron. En el oficialismo la DC triunfa en 19 comunas, el PS obtiene 15 victorias, el PPD gana Ñuñoa y Valparaíso, y en el PR destacaban que, de 24 candidatos, lograron 7 triunfos. Por último, en el PC anotaban logros en Curanilahue, Copiapó y La Florida. Una lectura de los datos wishful thinking, como diría la Presidenta, porque quien ganó el domingo fue el desencanto.

Más allá de las poco más de 280.000 personas que concurrieron a votar el domingo, lo que se evidencia es que los fantasmas de la desconfianza, abstención y desafección siguen estando en la base de la actual crisis de autorización democrática.

La conclusión que muestran los datos de manera sostenida –y a juzgar también por el comportamiento electoral de las primarias del domingo pasado– es que está comenzando a ser evidente que los ciudadanos se están retirando y distanciando de la política convencional. Incluso, cuando votan –lo que está ocurriendo con menos frecuencia desde la elecciones de 1997, o en menores proporciones–, sus preferencias están guiadas por consideraciones partidistas con menos frecuencia que antes.

La elección de Leopoldo “Dj” Méndez junto a algunos exponentes del “trasfuguismo político” –varios candidatos eran miembros de otras colectividades y renunciaron en el límite para competir– no hacen sino confirmar la percepción acerca del escenario de crisis de autorización democrática que experimentan los partidos políticos en Chile.

Las ilusiones puestas en las primarias municipales para elegir alcaldes como forma de desintermediación para recobrar la confianza de los electores, dio una nueva señal de alerta al sistema político y a la elite. La abstención de casi 95% de los 5 millones y fracción que estaban habilitados para sufragar muestra que, en primer lugar, los partidos no consiguieron movilizar a sus electores y, en segundo término, este simulacro de democracia en el exterior no alcanza para contrarrestar la imagen de vida interna precaria que muestran todas las colectividades políticas.

En todos los partidos parecen respetarse las reglas que se encuentran contenidas en los reglamentos y estatutos de las orgánicas partidarias. Los dirigentes adecuan sus comportamientos y prácticas a estas formalidades. Se organizan y movilizan siguiendo lo establecido en las normas internas de cada colectividad.

Sin embargo, parece quedar claro que tras ese escenario de formalidad cohabita uno de informalidad. Lo real es que en paralelo se toman decisiones, se realizan actividades, se financia la organización, se vinculan con el electorado y se movilizan a militantes con prácticas y recursos organizativos, económicos, las más de las veces reñidos y en abierta contradicción con las reglas estatutarias del partido y con los más elementales principios de ética, que busca servir y no servirse de la actividad política.

El cortafuegos a este estado de cosas y, de manera más precisa, a la forma de seleccionar candidatos, era la ley de primarias legales aprobada en 2012. Recordemos que estas son un mecanismo para fortalecer los partidos. Este y otros procedimientos similares fueron concebidos para mejorar la democratización interna como el mejor medio para recuperar la confianza de los electores. Sin embargo, si este era el objetivo, los resultados muestran que este estuvo muy lejos de conseguirse.

Mientras los partidos sigan apostando por un estilo anestesiado de hacer política, mientras permitan una vida interna empobrecida y, sobre todo, mientras la política siga desenfocada de los problemas de la gente –la política genera sus propios problemas y los políticos de dedican a resolver los problemas de la política, no los problemas de la gente–, la crisis de autorización democrática, esto es, en definitiva de quien hace la política, será muy difícil de revertir.

En este actual escenario de crisis nos enfrentamos a una encrucijada: o tenemos mejores partidos o bien caemos en un vacío cuyo espacio será ocupado por tecnócratas y populistas, configurando así un campo de batalla que será todavía más complejo y difícil que el actual.

Marco Moreno
Decano Facultad de Ciencia Política y Administración Pública, Universidad Central de Chile

Fuente: www.elmostrador.cl