Jueves 7 de Noviembre de 2024
Cristina Orozco Canelo es profesora de Educación Diferencial en la Facultad de Educación, desde una perspectiva educativa, analiza cómo debe ser la educación sexual inclusiva para personas con discapacidad intelectual.
En estos días hemos soportado noticias relacionadas con la violencia sexual a mujeres, lo que es una problemática urgente y compleja.
En el caso de las mujeres con discapacidad intelectual este hecho adquiere dimensiones muy alarmantes, dado que sus vulnerabilidades y la falta de educación sexual adecuada en la familia y en las instituciones educativas o sociales, las expone a mayores riesgos.
La respuesta a esta situación, desde una perspectiva educativa, debe enfocarse en el fortalecimiento de una educación sexual inclusiva, adaptada y accesible, que habilite y empodere a estas mujeres con herramientas que les permitan reconocer y defender sus derechos.
Para las mujeres con discapacidad intelectual, la educación sexual no solo debe abordar conocimientos básicos del cuerpo y las relaciones, sino también promover habilidades para la toma de decisiones, establecimiento de límites y reconocer conductas inapropiadas y de riesgo. Frecuentemente, se las percibe como dependientes eternas o infantilizadas, lo cual resulta una falta de oportunidades para desarrollar habilidades de autonomía y autoafirmación, necesarias para enfrentar y denunciar situaciones de abuso.
En consecuencia, la educación sexual inclusiva debería ser un componente indispensable en los programas de formación y en los entornos educativos que trabajan con personas con discapacidad intelectual. Es fundamental que los docentes, cuidadores y familias comprendan el valor de una sexualidad informada y saludable, para que las mujeres con discapacidad intelectual puedan construir una percepción de sí mismas como sujetas de derechos, libres de opresión y con acceso al respeto de su integridad.
Por último, es responsabilidad de las políticas publicas y de las instituciones educativas aportar una postura clara y de apoyo hacia la implementación de programas de educación sexual adaptada y comprensible para estas mujeres, lo que no puede depender de voluntades, sino de la preparación y capacitación constante de la sociedad y un cambio en el paradigma que a veces, omite las necesidades afectivas y sexuales de las personas con discapacidad intelectual.
Empoderar a estas mujeres en su sexualidad, autonomía y defensa personal contribuirá a reducir las tasas de abuso y violencia, promoviendo una sociedad más equitativa e inclusiva.