Israel González Marino, abogado, Académico UCEN Región de Coquimbo
La protección de los animales es un tema que progresivamente ha ido cobrando mayor importancia social. De ahí que se han desarrollado diversas leyes que procuran su protección y castigan actos de crueldad o maltrato dirigidos hacia ellos. Sin embargo, su regulación jurídica preserva el estatus de propiedad y se limita a configurar un umbral de bienestar para validar prácticas sistemáticas de explotación. En otras palabras, se regula la explotación, en lugar de prohibirla.
En 2012, un destacado grupo de científicos proclamó la Declaración de Cambridge sobre la conciencia, donde se afirmó que “Hay evidencias convergentes que indican que los animales no humanos poseen los sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de los estados de consciencia, junto con la capacidad de mostrar comportamientos intencionales. En consecuencia, el peso de la evidencia indica que los humanos no somos los únicos en poseer la base neurológica que da lugar a la consciencia. Los animales no humanos, incluyendo a todos los mamíferos y aves, y otras muchas criaturas, entre las que se encuentran los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos”.
Más adelante, en 2014, la Declaración de Curitiba afirmó que “los animales no humanos no son objetos. Ellos son seres sintientes. Consecuentemente no deben ser tratados como cosas”. Recientemente, en 2019, la Declaración de Toulon fue más allá y afirmó “Que los animales deben considerarse universalmente como personas y no como cosas”.
En 2020, en el marco de los V Coloquios de Derecho Animal, celebrados en la Universidad Central Región de Coquimbo, gracias al trabajo y colaboración de varios expertos nacionales e internacionales, así como ONGs, hemos afirmado “la importancia de consagrar a nivel constitucional la protección de los animales, en tanto individuos sintientes y miembros de nuestra comunidad”.