En septiembre pasado, con una audiencia virtual de 200 participantes, se realizó el Tercer Encuentro Interuniversitario de Género, que había quedado pendiente desde el año pasado por el estallido social.
Esta iniciativa unió a la Universidad Central Región de Coquimbo y Universidad Católica del Norte, con apoyo de Santo Tomás y Universidad de La Serena; y – en esta versión – también de la Seremi de la Mujer y Equidad de Género y del Instituto Nacional de Derechos Humanos, regional Coquimbo.
Se trata de un hito que nos permite reconocer los esfuerzos que se han materializado, aunque estamos muy conscientes que la tarea es ardua y falta mucho por hacer. En el caso de la UCEN partimos el 2016 con la formación de la Mesa de Educación No Sexista y el 2017 impulsando el primero de estos encuentros, lo que nos permitió luego abordar de mejor manera las demandas contra la violencia de género, expresadas en los movimientos sociales del 2018; y generar, con la participación activa de la comunidad educativa, medidas concretas para avanzar en este ámbito.
Hoy la universidad cuenta con el único diplomado de género a nivel local y es un centro impulsor del compromiso que esta temática requiere. Sin embargo, el COVID-19 y su emergencia sanitaria nos mostró que subsiste una pandemia escondida: El maltrato al interior de los hogares sigue enquistado en nuestro sistema social. Por eso, contribuir efectivamente a la erradicación de la violencia y las prácticas discriminadoras y aportar a una educación no sexista es un deber ineludible y una deuda que, como instituciones de enseñanza superior, tenemos que abordar en forma urgente.
Debemos generar más espacios de diálogo y reflexión que también nos permitan, con esta convicción, ayudar a cambiar las condiciones y formas de relación en nuestra comunidad regional. Y en ese sentido, reitero el llamado a que la Región de Coquimbo lleve nombre de mujer: El de Gabriela Mistral, insigne poeta pero también visionaria y luchadora por estos derechos. Como ella misma dijo: “Dame la perseverancia de las olas del mar, que hacen de cada retroceso un punto de partida para un nuevo avance”. Quizás para algunos sea solo un gesto simbólico, pero este descansa en la necesidad de asumir este profundo reconocimiento a la historia de nuestras raíces, con el fin de avanzar en las tareas que nos llevarán a una región y un país más justo.