Viernes 5 de Enero de 2024
Por Christian Acuña-Opazo, Ingeniero Civil Industrial y académico de la Universidad Central Región de Coquimbo
A la vanguardia del cambio tecnológico, la relación entre la inteligencia artificial (IA) y la educación superior se ha convertido en un terreno fértil para la innovación, pero también en una tarea que requiere una reflexión profunda. A medida que entramos en una era en la que la inteligencia artificial da forma a nuestras interacciones del día a día, su papel en el ámbito académico-universitario plantea preguntas importantes sobre el futuro de la enseñanza y el aprendizaje.
En primer lugar, la IA ha demostrado ser un excelente aliado a la hora de ofrecer soluciones personalizadas. La capacidad de adaptar los programas educativos a las necesidades de cada estudiante no sólo aumenta la calidad del aprendizaje, sino que abre la puerta a la educación inclusiva. Pero estos avances no oscurecen la verdad de que la educación es lo primero y más importante para las personas. Las interacciones individuales con profesores y compañeros son importantes para el desarrollo general de un estudiante y para fortalecer las habilidades sociales y cognitivas.
Otra área a considerar es cómo la IA cambiará los métodos de enseñanza. Los ejemplos del mundo real, el aprendizaje basado en proyectos y el acceso a extensas bases de datos enriquecen enormemente la experiencia educativa. Más bien, es importante que las habilidades estén equilibradas con la esencia de la educación: promover el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la creatividad. La tecnología debería ser una herramienta para mejorar estas habilidades, no reemplazarlas.
En el centro de esta compleja relación se presenta un dilema ético. ¿Cómo podemos garantizar que la inteligencia artificial en la educación llegue a todos los rincones del mundo y no beneficie a unos pocos privilegiados? Las brechas digitales y económicas pueden ampliar la brecha entre quienes tienen acceso a la tecnología y quienes no. La igualdad de oportunidades debería ser un pilar clave de la integración de la IA en la educación superior.
Además, la ética también aborda cuestiones de gobernanza y privacidad. ¿Cuánto quiere dejar el procesamiento de los datos de los estudiantes a los algoritmos? La transparencia y una legislación eficaz son esenciales para proteger la información personal y garantizar que la toma de decisiones algorítmica no conduzca a prejuicios o discriminación.
En conclusión, la relación entre educación formal y educación superior es un lugar de posibilidades y desafíos. A medida que abrazamos la era digital, debemos ser guardianes de la esencia humana de la educación y garantizar que la tecnología nos acerque a una educación justa, significativa y enriquecedora, en lugar de alejarnos de ella. Es un viaje que requiere no sólo progreso tecnológico sino también un profundo compromiso con los valores fundamentales de la educación y la igualdad.