Mónica Maza, académica de la carrera de pedagogía en Educación Diferencial de la U.Central Región de Coquimbo.
En Chile, la Jornada Escolar Completa (JEC) rige desde 1997 en establecimientos educacionales subvencionados considerados vulnerables, ya sea socioeconómica o educativamente. Esta política contempla un aumento de las horas de trabajo escolar mínimo a 38 horas en educación general básica y 42 horas en la educación media humanística, científica y técnico-profesional. Se considera una hora de trabajo escolar de 45 minutos, en un marco cronológico más amplio, dejando espacio para “otras formas de ocupación del tiempo”. Esto debería significar libertad para la práctica de actividades formativas que no se relacionan necesariamente con el currículo nacional y que tienden a consagrar un sello distintivo del proyecto educativo del establecimiento.
Sin embargo, ¿qué evidencian las actuales generaciones que experimentan esta decisión? Esa es la reflexión. Aquella intención original se ha convertido en una extensión de actividades curriculares generales, enfatizando el entrenamiento de habilidades para el rendimiento en pruebas estandarizadas, como el SIMCE.
Es de impacto nacional cómo las comunidades educativas enfrentan situaciones críticas de agresividad infantil, enfado y desmotivación. Las pequeñas y maravillosas personas que estamos formando exigen un cambio paradigmático: no más horas en la escuela, sino más tiempo con la familia y en el hogar, que brinde un apego temprano y permanente, profundo con otro adulto, ya sean sus padres o madres u otras figuras significativas. No seremos personas sociables si no recibimos seguridad ante la amenaza o en la relación con otros. Se requiere de sentimientos como el afecto, la proximidad, la confianza, la búsqueda de apoyo mutuo y la necesidad de conexión. Solo el apego genera confianza, autonomía, expresión emocional y regulación emocional, y nos hace seres sociales, con la necesidad de vivir en comunidad y de ayudarnos los unos a los otros.
En conclusión, los estudiantes no desean más clases académicas; les urge pasar tiempo con sus padres, madres o ambos, o bien algún adulto significativo. Quieren dejar de ser “entes pasivos” y nos presionan para estar rodeados de una crianza respetuosa y sana: no más reglamentos, normas, políticas, etc., sino estar juntos, acompañados, contenidos en el hogar. Las investigaciones nos dicen que este vínculo de apego es muy importante para el desarrollo del niño o niña porque es una necesidad biológica tan importante como comer o respirar. Consideremos el regreso al hogar, al lugar seguro, al refugio, a la protección, mientras lo necesiten, regresando a las medias jornadas escolares.
La Jornada Escolar Completa en Chile podría influir positivamente en la convivencia escolar y social, pero su éxito depende de la implementación cuidadosa de estrategias que aborden las necesidades emocionales y sociales de la comunidad escolar, así como de la adecuada preparación de los docentes y la infraestructura escolar.