Crecí en la comuna de Maipú cuando aún quedaban predios agrícolas en uso. Este entorno me dio la oportunidad de estar en contacto con la vida de campo en paseos familiares improvisados durante los fines de semana. En la misma comuna recibí una educación científico-humanista en un colegio cercano y mis primeras inquietudes sobre el futuro, me llevaron a hojear un libro que me regalaron mis padres sobre la formación del universo. Sin duda el contenido visual marcó mi decisión para acercarme a las ciencias.
Ingresé a la primera promoción de la carrera de Química Industrial que impartía la Universidad Tecnológica Metropolitana, tomé esa decisión pensando en que la componente científica de la carrera era importante y que me permitiría encontrar trabajo en el sector productivo. La investigación no estaba en mis planes, se requería un rendimiento académico sobresaliente para conseguir becas y no era mi perfil de la época. Me preocupaba la independencia económica.
La tesis de pregrado y los profesores guía me llevaron a repensar la investigación como un futuro posible. Gracias a ellos y al apoyo familiar, postulé al programa de Doctorado en Ciencias de la Ingeniería que impartía la Universidad de Chile. Mi motivación surge de utilizar los conocimientos en ciencias básicas para la elaboración de un producto que tuviera una repercusión práctica. Exploré el diseño de compuestos de coordinación de metales de transición con propiedades magnéticas, propiedades anticorrosivas y como objetivo de proyecto de posdoctorado, compuestos de renio como potenciales catalizadores foto-inducidos. Este último estudio permitió adjudicarme el primer proyecto financiado con fondos externos y me encausó hacia la investigación formalmente. La posibilidad de formar parte de la/os investigadora/es de la Universidad Andrés Bello, patrocinante del proyecto, era una motivación extra y al mismo tiempo, me fue consolidando como docente universitario a cargo de clases teóricas de diversos perfiles profesionales.
En medio de esta investigación surgió la oportunidad de apostar por un proyecto que permitiera insertarme en la academia, una cuestión compleja para los investigadores en etapa inicial. En aquel entonces pedí consejo a mis compañeros de laboratorio, imprescindibles y críticos, que sin duda me ofrecieron la mejor proyección posible. Ellos eran mis primeros colaboradores, porque en este recorrido nada es posible en solitario.
Así llegué hasta la Universidad Central y nace la idea de colaboración con el profesor Eduardo Sobarzo, investigador del Instituto de investigación de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud. El nuevo reto era encausar el diseño de compuestos de coordinación de metales de transición, pero al servicio de la terapia médica, cuestión desafiante para un perfil químico como el que había desarrollado por años. Definitivamente la habilidad para integrar nuevos conocimientos es fundamental para progresar en este campo y sin dudas, pone a prueba nuestra capacidad de trabajo y adaptabilidad en un medio altamente competitivo.
Afortunadamente este esfuerzo rindió frutos y permitió la instalación de un laboratorio para la generación de nuevos compuestos bioinorgánicos con potenciales aplicaciones en química médica, financiado por ANID a través de un proyecto de Subvención a la Instalación Académica. Surge así el Grupo de Investigación en Química Médica y Bioinorgánica desde el 2019 y que alberga cuatro investigadores dedicados a ambas ramas desde la química experimental.
Este espacio y mi trabajo en el diseño de compuestos bioinorgánicos con potenciales aplicaciones antineoplásicas abrió las puertas a la colaboración con investigadores del área Química Médica que desde disciplinas como la Química Orgánica, Biología Molecular y derivadas, aportan sustancialmente al desarrollo de nuevos agentes terapéuticos para enfermedades crónicas, degenerativas y del comportamiento. Adicionalmente, me ha permitido integrar organizaciones de eventos científicos de la misma línea y construyendo una red con los académicos jóvenes y consagrados en el campo de la Química Médica y la Bioinorgánica.
Este recorrido de camino académico me ha dado la posibilidad de conocer a investigadores de otras áreas que integran el Instituto de Investigación y Postgrado de la Facultad, con quienes espero aportar a la construcción de cursos de postgrado, que aliente a los estudiantes de pregrado a considerar a la Universidad como espacio de formación continua y de contribución al desarrollo de las ciencias.
En un futuro cercano espero concretar la incorporación de estudiantes e investigadores iniciales a nuestro grupo de investigación, que permitan integrar conocimiento experimental y técnico al campo de la Química Médica y Bioinorgánica, fortalenciendo la red de nuevo conocimiento e innovación.