Lunes 25 de Mayo de 2020
Columna de opinión del Dr. Pedro Salinas Quintana, Académico de la carrera de Psicología UCEN.
1º de Mayo. Desde el aeropuerto de Santiago el Presidente de la República junto con el Presidente de la CPC, Juan Sutil, reciben frente a una masiva presencia de medios de comunicación 297 nuevos ventiladores mecánicos provenientes de Holanda y China. Éstos últimos, según el portal CIPER, comprados en condiciones muy singulares a especuladores del mercado negro del país asiático.
Tras el fallido anuncio realizado por el Ministro de Salud de la donación de ventiladores por parte del gobierno de Xi Jinping, empresarios y Gobierno se unieron en encontrar nuevas formas de suplir la carencia de ventiladores prevista para enfrentar la pandemia. Al margen de la legalidad y transparencia de las negociaciones que un Estado puede establecer, el empresariado chileno buscó la forma de proveer al país de 500 ventiladores gracias a un millonario fondo creado por la CPC para “apoyar a las familias más vulnerables de Chile”, según las palabras de agradecimiento hacia la CPC emitidas por el Presidente Piñera desde el aeropuerto. De este modo se hacía frente exitosamente a la “guerra de la ventiladores”, como la bautizó el Ministro Mañalich.
Sería válido preguntarse, ante esta noticia, dónde está y qué está haciendo la ciencia chilena frente a la necesidades derivadas de la pandemia, cuando al 16 de mayo había un 78% de ocupación de ventiladores a nivel nacional, según datos oficiales.
“Aelón” es el nombre del dispositivo de ventilación mecánica que la Universidad de Santiago de Chile puso disposición del MINSAL a principios de Mayo, en un número de 1000, como resultado de un proyecto conjunto con la empresa privada Sigma. Otro proyecto de la misma casa de estudios liderado por Patricio Novoa está, actualmente, en etapa de prueba de ventiladores 100% impresos en 3D los que serán testeados en la Posta Central de Santiago.
La notable iniciativa de estos grupos de investigadores y científicos chilenos genera tres preguntas que creo fundamentales: ¿qué tanto se interesa el Estado y la empresa privada por triangular, junto universidades, iniciativas del tipo I+D? ¿Qué lugar tienen las y los científicos chilenos en un diálogo altamente necesarios en tiempos de pandemia? ¿Será la pandemia capaz de revertir esta falta de estrategia en la visión de desarrollo científico y tecnológico de nuestro país?
En este momento, otros catorce equipos de universidades nacionales apoyados por la ONG “Desafío Levantemos Chile” y agrupados en la “Coordinadora de Colaboración para Ventiladores Mecánicos (CooV)”, han levantado plataformas de trabajo conjuntas entre empresas tecnológicas, científicos y otras ONG’s, sin un apoyo formal por parte del Gobierno. Es de esperar que estos ejemplos sirvan para revertir la tradición de un país que prefiere importar tecnología antes que buscar formas de potenciar el talento y la creatividad interna de una ciencia chilena que sí parece dispuesta a luchar en esta “guerra” de contar con el reconocimiento adecuado.