Por Liliana Zura Bravo, Investigadora del Instituto de Investigación y Postgrados, FAMEDSA.
La salud mental es un problema de salud pública, que genera consenso entre las organizaciones profesionales, los médicos y los consumidores por igual. Este tema ha cobrado especial relevancia, debido a la pandemia de COVID-19 que ha afectado a todo el planeta, y que con su paso ha dejado una huella imborrable en nuestra sociedad. El aislamiento social, los sistemas de salud sobrecargados, los síntomas a corto y largo plazo, la muerte, el pánico mediático, el aburrimiento, la inseguridad alimentaria, la exposición limitada al aire libre, las pérdidas financieras y los cambios en los patrones dietéticos, incluido el consumo de más alimentos reconfortantes o comidas rápidas, son algunos de las tensiones reportadas que afectan la salud mental de muchas personas.
Respecto a esto, es importante destacar que investigaciones científicas muy recientes, han entregado enfoques nutricionales, entre los cuales se incluyen el consumo de probióticos para poder controlar la depresión y la ansiedad, los que han despertado un gran interés en los últimos años.
Según la definición de la FAO, los probióticos son microorganismos vivos que, al ser administrados en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud en el huésped, donde las especies más utilizadas son Lactobacillus y Bifidobacterium.
En la literatura científica, existen muchos estudios donde se han descrito los múltiples beneficios de los probióticos para el cuerpo humano, donde se destaca principalmente su potencial para reducir la población de patógenos, estabilizar la microbiota intestinal, aumentar la absorción de minerales, aliviar el estreñimiento, estimular el sistema inmunológico, reducir los niveles de colesterol sérico, disminuir los efectos antihipertensivos, y prevenir infecciones urogenitales. En adición a todas estas funciones ya mencionadas, se ha reportado también que los probióticos cumplen un papel muy importante en la prevención de enfermedades como diarrea infantil, osteoporosis, alergias alimentarias, enfermedades atópicas, eficacia para controlar enfermedades inflamatorias intestinales, reducir la gravedad de los cuadros diarreicos y proteger contra el cáncer de colon y vejiga.
Por otro parte, en los últimos años, los probióticos han ganado notoriedad en el campo de las enfermedades relacionadas con la salud mental, ya que se han desarrollado estudios preclínicos y clínicos que han apuntado a un beneficio potencial que tienen al estimular la producción intestinal de 5-hidroxitriptófano (5 -HTP), que es el precursor de la serotonina, un neurotransmisor y neuromodulador de gran relevancia en la regulación de estados de ánimo, funciones fisiológicas y conductas en los animales a lo largo de toda la escala filogenética, incluido el ser humano. Otro producto generado en el intestino es el ácido gamma-aminobutírico (GABA), principal neurotransmisor inhibidor del sistema nervioso central. Por lo tanto, se ha logrado demostrar que, a través del eje intestino-cerebro, estas sustancias pueden llegar al sistema nervioso central, y es debido a este mecanismo que se creó el término "psicobióticos" que nos permite definir a aquellos probióticos que presentan una acción potencial sobre el sistema nervioso central. Cabe agregar, para una mejor comprensión, que los probioticos más conocidos para la sociedad chilena vendrían siendo el yoghurt natural, el chocolate negro, el chucrut.
Finalmente, es necesario recalcar que la microbiota intestinal tiene una influencia en el eje intestino-cerebro y, por lo tanto, afecta de forma directa al sistema nervioso central. El eje intestino-cerebro engloba fisiológicamente las señales neuronales, endocrinas, nutricionales e inmunitarias aferentes y eferentes entre el sistema nervioso central y el sistema gastrointestinal. Por lo tanto, manteniendo una dieta saludable en conjunto con el consumo de probióticos, puede ser una alternativa práctica y natural para el tratamiento de trastornos tan importantes como son la depresión y la ansiedad.