Martes 6 de Diciembre de 2022
Autor: Richard Louv, Editorial Atlantic Books - Por: Pedro Salinas, Investigador Instituto de Investigación y Postgrado, FACSALUD.
Louv comienza el libro afirmando que acampar en el jardín, ir en bicicleta por el bosque, subir a los árboles, buscar insectos en el jardín, recoger flores de una plaza, campo o parque, o coleccionar hojas de árboles en otoño, eran cosas de las que en buena medida estaban hechos sus recuerdos de infancia. Sin embargo, las nuevas generaciones no solo no tienen experiencias de vínculo cercano con la naturaleza, sino que además, le temen. A partir de una serie de investigaciones y consistentes argumentos, Louv intenta hacer ver como la falta de contacto de los niños con una naturaleza cada vez más idealizada por el conflicto medioambiental, pero distante en términos de contacto directo, conducen, entre otros factores, a la obesidad epidémica infantil, al trastorno por déficit de atención, al aislamiento y la depresión infantil.
Los últimos niños en los bosque es un libro con una hipótesis clara: la exposición directa a la naturaleza es esencial para un desarrollo infantil sano, en términos físicos, emocionales y espirituales. Para poder sustentar el punto argumental, Louv recurre a una serie de investigaciones donde podemos concluir que la naturaleza opera como un poderoso neurorregulador, sobre todo en los diagnósticos vinculados a algún grado de neurodivergencia infantil.
Consecuentemente, Louv aboga por contar, desde la más temprana formación con una educación ambiental transversal e integradora, que utilice los recursos disponibles en las ciudades o entornos, tales como parques, huertos y bosques como recurso que pueda potenciar la vitalidad y sociabilidad a los niños en entornos verdes o naturales, como una forma, además, de educar en las necesidades que como planeta enfrentamos en términos medioambientales
En cuanto a los contenidos del libro, podríamos señalar que toda la primera mitad del mismo opera como una suerte de gran denuncia contra los modelos económicos, sociales y culturales, que han privado del juego en ambientes naturales a los niños de nuestro tiempo. Al respecto, Louv cree ver en este punto por un total fracaso en una de las mayores expresiones de la civilización: la ciudad. Una ciudad en donde no existe equilibrio entre áreas naturales y áreas destinadas a la vivienda, la industria o el comercio. Como nota al margen, cabe señalar que nuestro país enfrenta una de las mayores desigualdades socioambientales de la OCDE, teniendo como ejemplo, que en una comuna de altos ingresos de Santiago, la cantidad metro cuadrados de áreas verdes por habitante, puede ser 10 veces mayor (e incluso más) que las áreas verdes por habitante de comunas periféricas y de escasos recursos.
Ciertamente, el libro de Louv, podría parecer “un grito en el desierto”, pero es un grito urgente y muy bien argumentado como para dejarlo pasar. Algunos de los ecos que ha tenido su escrito, son las numerosas prácticas terapéuticas como “baños de inmersión en la naturaleza” que se han desarrollado en varios países altamente tecnificados, como Japón. Los resultados de las investigaciones parecen ser consistentes con los supuestos de Louv, quien en las últimas páginas nos llama a los adultos de hacernos cargos de un mundo donde los niños ya no corren por los bosques y no conocen la naturaleza, pero un mundo que necesita, para su subsistencia, urgentemente que podamos volver a caminar con nuestros niñas y niños con los pies descalzos sobre la hierba.