Lunes 8 de Marzo de 2021
Carta conmemoración 8M de Mg.Carolina Moraga Paredes TO Académica Unidad de Salud Pública y Mg. Carolina Muñoz EU Académica Unidad de Salud Pública Coordinadora Salud Comunitaria, Género y Diversidad. Departamento de Formación Transversal en Salud. Facultad de Ciencias de la Salud UCEN
Este lunes conmemoramos un nuevo Día Internacional de la Mujer y en Chile, la primera conmemoración se sitúa el año 1936 convocada por el Movimiento Pro-Emancipación de la Mujer Chilena (M.E.M.CH) fundado el año previo, el cual abogaba por la liberación social, económica y legal de las mujeres en nuestro país.
Desde esta fecha en adelante, cada 8 de marzo se realizan diferentes manifestaciones que buscan visibilizar las demandas de las mujeres chilenas, destacándose la manifestación del año 2018 que logró un mayor interés público. Pues ese 8M se convocó masivamente a la primera huelga feminista, a fin de demostrar que, si las mujeres dejan de desempeñar los roles habituales, la sociedad no puede funcionar correctamente.
Y si bien desde el año 1936 a la fecha se ha avanzado en materia de igualdad de derecho, aún hay claras acciones de inequidad, injusticia y opresión hacia las mujeres que deben ser erradicadas de nuestro país y del mundo.
El contexto sociosanitario que vivimos actualmente, dada la pandemia de COVID-19, ha hecho aún más evidente la desigualdad de género. Las labores de cuidado tanto remuneradas, como no remuneradas, recaen principalmente en las mujeres, aumentando la intensidad de las demandas a las que nos enfrentamos diariamente. A su vez, muchas mujeres que se desempeñan laboralmente de manera informal, han perdidos estos espacios de empleo, empobreciéndose.
Cifras de la ONU revelan que el empleo de las mujeres corre un 19% más de riesgo que el de los hombres (ONU Mujeres, 2020). En Chile, según datos del Instituto Nacional de estadística el año 2015, las mujeres ocupan 5,89 horas del día en trabajo remunerado y los hombres 2,74, y en el trabajo no remunerado las mujeres ocupan 10,54 hrs. y los hombres 8,64 hrs., esto en pandemia ha aumentado de manera significativa (INE, 2020). Éstas interseccionalidades visibilizan la fragilidad del sistema económico dependiente del trabajo de cuidado y doméstico no remunerado realizado por mujeres de todo el mundo.
Según las proyecciones de ONU Mujeres y el PNUD, revelan que, si bien la pandemia repercutirá en los niveles de pobreza en general, las mujeres se verán afectadas en desproporción, sobre todo las mujeres en edad reproductiva. Para 2021, por cada 100 hombres de 25 a 34 años de edad que viven en la pobreza extrema (es decir, con 1,90 dólares de los Estados Unidos o menos por día), habrá 118 mujeres, una brecha que se espera que aumente a 121 mujeres por cada 100 hombres de aquí a 2030 (ONU Mujeres, 2020).
Pero no solo en el ámbito informal y no remunerado sucede esta feminización del cuidado, todas aquellas profesiones y trabajos que se basan en el cuidado de otros también están feminizados, es decir el sistema sanitario que es trascendental en la recuperación de esta pandemia está en manos de mujeres. Sin embargo, los datos de la Organización Mundial de la Salud estiman que, aunque las mujeres representan el 70 por ciento del personal sanitario global, solo ocupan un 25 por ciento de los puestos de liderazgo (ONU Mujeres México, 2020). Es así como resulta fundamental comprender que las mujeres que están en primera línea cuidando tanto de manera formal como informal, se ven expuestas en mayor medida a contagiarse, además de soportar una desproporcionada carga de roles que las exponen a enfermedades por desgaste físico y de salud mental, y que por tanto esta realidad debe ser atendida y considerarse en el desarrollo de las políticas para el abordaje de la pandemia.
Otro aspecto relevante es que esta crisis no es solo sanitaria, sino que humana, y dentro de esta emergencia han aumentado todos los tipos de violencia y se ha producido un debilitamiento de los sistemas de protección hacia las mujeres (ONU Mujeres 2020), niños y niñas (UNICEF,2020), personas mayores, personas con discapacidad y personas con necesidades de apoyo (HelpAge, 2020). Todos estos “cuerpos feminizados”, como diría Rita Segato de los cuales la sociedad patriarcal se siente dueño (de “dueñidad”) de decidir y controlar sus vidas y derechos, ya que no son productivos y no actúan en pro de la “concentración de bienes”, están en desventaja al no ser una máquina de producción, en función al sistema económico imperante (Segato R., 2016).
Al parecer, las medidas de confinamiento que buscan proteger a la población del avance del coronavirus, paradójicamente se han transformado en un peligro para quienes son víctimas de violencia de género, donde actualmente muchas mujeres se han visto forzadas a pasar las cuarentenas al lado de sus agresores. Y si bien, el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género reveló que en Chile hubo una disminución de las denuncias efectivas en relación al mismo periodo del 2019, las llamadas al fono de ayuda 1455 aumentaron en más de un 70%. Ante esta situación las mujeres víctimas de violencia han liderado el ir en apoyo de sus compañeras, ya sea denunciando, apoyando en organizaciones, teléfonos de ayuda y en puestos de liderazgo en organizaciones contra la violencia durante esta pandemia (ONU Mujeres, 2020).
Ante esta realidad desigual, pero de la que hoy somos más conscientes, las mujeres hemos alzado la voz con más fuerza para hacer patente nuestras demandas históricas en la agenda pública. Sin embargo, resulta fundamental que las mujeres se desempeñen en puestos de liderazgo y toma de decisiones para que nuestros derechos se vean reflejados en las políticas públicas.
Actualmente como país, nos encontramos en un momento precioso, vital para trazar los caminos que posibiliten cambios estructurales en relación con las brechas de género en Chile. El año pasado, gracias a la lucha de diferentes colectivos feministas, se aprobó la ley que establece la paridad de género en el proceso constituyente, con ello mujeres de distintos rincones de nuestro país han tomado el espacio público que durante mucho tiempo se nos había sido privado.
Este 8M nos invitó a seguir visibilizando la importancia de la igualdad de derecho entre hombres y mujeres, en los diversos y múltiples espacios en los que nos desempeñamos cotidianamente, a fin de seguir co-construyendo con todas, todos y todes los actores de la sociedad de manera transgeneracional, transcultural y horizontal una sociedad más equitativa e igualitaria.