Miércoles 19 de Agosto de 2020
Columna de opinión del kinesiólogo Antonio Cepeda Peña, estudiante del Magíster en Abordaje de Personas Mayores y Envejecimiento.
El boxeo es uno de los deportes más antiguos que existen en el mundo, hay registros que datan de miles de años antes de Cristo y se cree que es uno de los que más seguidores tiene a nivel mundial. Este deporte requiere que dos personas se enfrenten en una lucha de cuerpo a cuerpo, mediante demostraciones de fuerza, agilidad y estrategia, que han deleitado a los fanáticos generación tras generación. Ese mismo deleite milenario es el que nosotros, los espectadores y lectores de Solange Campos y Sandra Huenchuan, experimentaremos desde las gradas de nuestras pantallas y libros mediante el desarrollo de esta noble cruzada. ¿Será posible que este combate nos lleve a acercarnos un poco más hacia el derecho de envejecer en paz?
El leer y enfrentar a ambas autoras en este cuadrilátero intelectual nos lleva a la inevitable sensación de reflexión e introspección, nos pone a pensar sobre la realidad misma y en cómo interpretamos el envejecimiento, todo es parte del espectáculo, y nosotros somos el público.
Ambas dan lo mejor de sí y trabajan para entregarnos una ambiciosa puesta en escena, esta lucha es fundamental para generar conocimiento que nos encamina hacia un mejor envejecimiento y la comprensión de la realidad misma, ¿existirá una ganadora de esta increíble contienda?
Recordemos que las teorías son fundamentales para poder comprender como funciona el mundo y cómo se generan los conocimientos que explican los fenómenos que nos rodean. Las teorías son parte de nuestra realidad, tienen el poder de moldear el conocimiento, dirigir las investigaciones y guiar el pensamiento de la sociedad. Y es en este aspecto indudablemente académico y teórico en el que Solange destaca, nos entrega un marco de conocimiento que profundiza en las diferentes visiones que han dominado el paradigma del envejecimiento, que van desde las teorías puramente biomédicas, pasando por lo integralmente biopsicosocial y terminando en los enfoques y modelos de intervención más complejos.
Sin embargo, y a pesar de todo el conocimiento relevante entregado por Solange, falla en no incluir una crítica sólida y profundizar en los aspectos relacionados al derecho, la historia, la política, los determinantes sociales y los diferentes constructos que de alguna forma han definido e influido a lo largo del tiempo la mirada de los seres humanos sobre el envejecimiento, y es en esto último en lo que Sandra parece profundizar más. La mirada puramente académica de Solange contrasta con la mirada crítica y social de Sandra.
Pero no todo son puntos de combate para Sandra, sus análisis pueden carecer de una mayor profundidad al analizar los determinantes biológicos y psicológicos que de alguna manera influyen el envejecimiento, por lo que su mirada profundamente social parece debilitar los otros aspectos en los que Solange destaca. No podemos dejar que un fenómeno tan complejo como el envejecimiento se reduzca a una profundización de solo alguno de sus aspectos sin hacerlo con los otros, sin incluir en un principio a aquellos modelos más modernos que Solange describe de manera brillante en su artículo.
Una diferencia igualmente relevante que existe entre las autoras se encuentra en la forma misma del texto, mientras que el de Solange parece ser más homogéneo, el de Sandra se siente como leer dos artículos diferentes, cuyo objetivo parece difuminarse una vez que se comienza a introducir a los instrumentos legales y las diferentes convenciones realizadas por países y naciones alrededor del mundo.
A pesar de lo anterior, el texto de Sandra se mantiene potente y sólido, la fuerza intelectual y social demostrada por la autora se hace notar en el ring. Nos hace reflexionar sobre aspectos relevantes asociados al envejecimiento, lo más antropológico y social de éste. Es de hecho el texto de Sandra el que inspira el título del artículo: el derecho de envejecer en paz.
Sandra nos recuerda que la dignidad es un valor básico de los seres humanos, todas y cada una de las personas tienen un valor inestimable, nadie es insignificante y todas las personas son fines en sí mismas.
La autora destaca como a lo largo de la historia las personas mayores han sufrido discriminación por parte de la sociedad, y cómo esa mirada ha evolucionado a lo largo del tiempo: no es un asunto centrado únicamente en la persona de edad avanzada, es una cuestión de la sociedad en la que viven. Esa discriminación es la que impide que puedan disfrutar la vida de manera plena, de tener paz.
Resulta contradictorio entonces, saber cómo la sociedad construye su propio futuro basándose en la discriminación. Todos en algún momento serán alcanzados por la vejez y correrán el riesgo de ser discriminados, es una realidad ineludible. Entonces,
¿por qué los seres humanos perpetúan dicho comportamiento autodestructivo?, Sandra liga esta problemática al derecho y a las políticas públicas, buscando de esta manera contribuir a la paz de nuestro propio futuro.
¿Existe una ganadora de esta contienda? Al parecer no, sus diferencias se convierten en su verdadera virtud, es difícil lograr identificar todos los factores que definen el envejecimiento, por lo que ambas de alguna forma contribuyen al todo desde su propia posición en el cuadrilátero. A pesar de este combate y las diferencias que podemos encontrar, finalmente ambas terminan luchando en conjunto para entregarnos aquello que nos deleita, un mejor futuro y la paz para las personas mayores.
Buscar las diferencias nos hace darnos cuenta de que finalmente ambas caminan hacia una misma dirección, hacia el entendimiento del envejecimiento y la lucha de los principios más fundamentales del derecho humano y el entendimiento de la vida misma.
A pesar de ser llevadas al ring del conocimiento, ambas rivales nos demuestran la verdadera belleza de la colaboración humana, del conocimiento científico y del derecho de envejecer en paz.