Viernes 29 de Septiembre de 2017
Por Ana María Zlachevsky, psicóloga, decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central
Septiembre, en Chile, es mes de celebración, pero, también de conmemoración. Hubo distintos eventos entre los que quisiera destacar el notable lanzamiento del libro "Mi 11 de septiembre" al que nos invitó la Facultad de Comunicaciones. Fue un acto emotivo que sacó más de alguna lágrima y el recuerdo doliente de personas ausentes, entre ellas queridos profesores que dieron la vida por un proyecto que cambiaría el rumbo de nuestra sociedad. Fueron días de evocación, especialmente para todos quienes vivimos los inimaginables acontecimientos que se iniciaron en la mañana de ese frío martes. El ruido ensordecedor de los aviones Hawker Hunter, que aún asusta, anunciaban una violencia que jamás imaginamos ocurriría en Chile, pero sucedió, ese 11 de septiembre de hace 44 años.
Cuando esos recuerdos empezaron a silenciarse, y estando prontos a iniciar nuestras vacaciones de Fiestas Patrias en FACSO, vivimos un hecho doloroso que nos acompañará en el recuerdo futuro. El fallecimiento de un profesor de nuestra Facultad, Miguel Ángel Morales Fieldhouse, quién tras una inesperada caída murió en su departamento dejando a todos perturbados y entristecidos. No lo conocí personalmente, pero, indudablemente su sorpresiva muerte me remeció como al resto de nuestra comunidad. Sus colegas, amigos, alumnos y ayudantes quedaron atónitos, pero, imagino, que también tranquilos de haber disfrutado de sus clases, de su capacidad para enseñar, de su inteligencia y seriedad. Me relatan que era una persona de generosa dedicación para con sus estudiantes y todos aquellos que lo encontraban a su paso.
Ambos lamentables acontecimientos nos deberían llevar a reflexionar sobre la vida. Esta editorial es una invitación a detenerse a pensar en ello. Pensar sobre el sentido que tiene nuestra existencia y la de los demás; sobre el dolor, la pérdida y los aprendizajes. También sobre la forma como cada uno vive el duelo, sabiendo que todos reaccionamos de forma diferente y recurrimos a nuestras prácticas y creencias para sostenernos y seguir adelante. No existe una manera correcta de sentir, tan solo callar y respetar el dolor ajeno.
Los profesores entran y salen de la vida de sus estudiantes, pero son pocos los que dejan huella y enseñanzas que no se olvidan. Espero que Miguel Ángel sea uno de ellos ya que el mejor homenaje que se le puede hacer a un profesor es recordar siempre sus enseñanzas y ponerlas en práctica, así como muchos de nosotros homenajeamos a nuestros profesores caídos ese trágico septiembre de 1973.