Jueves 17 de Marzo de 2016
Este lunes por la mañana murió Julita Astaburuaga de un cáncer pancreático que la tuvo convaleciente pero con sus capacidades mentales activas a pesar de sus 96 años.
Esta conocida socialité de la cultura nacional era una figura bastante especial. Fue muy querida por quienes la conocieron y por quienes no. Su presencia en distintos eventos los elevaba a actos de alta alcurnia de un paraguazo, por eso siempre era invitada a todo lo que quisiera ser/parecer elegante y chic.
¿Por qué alguien que proviene de la clase alta, que bebe champán y usa trajes de diseñador es tan querida a través de los peldaños la escala social?
Creo que se debe a que Julita era una persona común y corriente a la que le tocó nacer en una familia adinerada (que luego perdió la plata) y ella reconoció eso con hidalguía. Reconoció que todos partimos de ubicaciones distintas en el mundo y que eso no es motivo de festejo, es sólo un punto de partida. Lo que vale la pena y diferencia a las personas es lo que hacemos a partir de esa instalación originaria. Es decir, Julita se sabía uno más, como todos, y construía desde ahí.
Julita hacía buenos mapas de la realidad y de la ubicación de las personas en ellos. Mapas tan claros como el que hizo al definirse políticamente "intermedia" y al mismo tiempo decir que era cercana al Partido Socialista. Muchos (aunque puede ser que cada vez sean menos) consideran al PS un partido de izquierda. Para la lúcida Julita no lo era tanto.
Julita no frecuentaba sólo fiestas, apareció también en la Semana contra la Homofobia, defendiendo los derechos de quienes sufren discriminación por su identidad y orientación sexual. Con eso mostró que ser de clase alta no implica ser tan conservador y que todos tenemos la capacidad de flexibilizar nuestros juicios y acoger a quienes son distintos a nosotros.
Julita afirmó con fuerza su cartera una vez que trataron de robársela en el centro. Terminó en el suelo, un golpe en la cabeza y unos huesos rotos, pero no la soltó. Luego agradeció el cariño junto con pedir que se reinsertara al joven que la había atacado. Nada de discursos sobre lo peligroso del mundo actual y el miedo creciente a todo lo desconocido.
Julita quería tanto la vida que le temía a la muerte, se preguntaba por el sentido de la acumulación de cosas frente al sino ineludible de la partida. Luego lo olvidaba y volvía a tomar champán y a bailar toda la noche.
Julita tenía un alma joven, a pesar de verse en el espejo como una "vieja de mierda" según sus propias palabras. Esa juventud la mantuvo lúcida hasta el final, sus ganas de ser siempre autovalente fueron más fuertes que el paso de los años.
Julita no era mágica, pero parecía serlo. ¿Cuál era la magia? Reconocer lo accidental de la existencia, agradecer por lo recibido y trabajar por los propios sueños. Eso te puede transformar en un ser egoísta y falsamente autosuficiente. La diferencia está en que los demás cabían en los sueños de Julita.