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Martes 22 de Septiembre de 2015

Pamela Ugalde: Cuando un amigo se va

Por Pamela Ugalde, socióloga, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central.


- Claramente Alberto Cortez tenía razón al decir que el vacío que deja la partida de un amigo no puede ser llenado por la llegada de otro.

- In memoriam Katherine Donoso Leiva 18 Noviembre 1983 – 19 septiembre 2015

Esta semana hemos asistido a la partida de muchas personas: el terremoto y posterior tsunami o la conducción masiva fuera de Santiago por el fin de semana largo, sumada a la ingesta de alcohol, han dejado a varios de nosotros sin alguno de nuestros amigos.

Esta semana recién pasada partió también Eduardo Bonvallet, criticado por muchos y adorado por otros tantos. Durante su carrera como comentarista deportivo fue acusado de racista y "facho" por sus detractores y defendido como buen amigo, sincero y "que dice las cosas como son" por sus seguidores. Sin entrar a polemizar sobre su carácter de ángel o demonio, sin duda Bonvallet fue un amigo para muchos, así como lo fueron todos aquellos que murieron esta semana.

Por eso saco a colación la frase de Cortez, porque cuando perdemos a alguien querido no se va un ser inmaculado y sin defectos, se va un ser humano como nosotros, con aspectos positivos y con debilidades, y nosotros gozamos y sufrimos ambas. Con los amigos no todo es bueno, bello y verdadero, con los amigos se pasan periodos de estrés, de tristeza, de descubrir las propias zonas oscuras y las ajenas.
Me refiero a Eduardo Bonvallet no sólo por ser una figura pública, sino también porque es parte de "la familia del fútbol". Una familia en la que se hacen amigos de manera particular, con ciertas reglas, porque el fútbol tiene sus reglas, porque se juega en equipo, porque tiene hinchada. Desarrollar actividades colectivas con un fin propio, para el que todos deben contribuir desde sus habilidades, capacidades y disposiciones genera un vínculo que es particular, puesto que todos renuncian a parte de su individualidad para poder aportar a lo colectivo.

Algo similar pasa en el mundo de la música. La cuadratura, la afinación, el empaste, requieren de disciplina, renuncia y entrega. Disciplina en el estudio y ensayo, el entrenamiento diario. Renuncia a la necesidad propia de escenario y luces personales, dejar en casa ese lindo vibrato que no va con el estilo del coro. Entrega de la mejor versión de uno mismo en cada presentación, por el bien del resultado final y colectivo.

Hacer todo eso junto no es fácil ni en el fútbol ni en la música, además la hinchada y el público están ávidos de un buen resultado. Con esa tarea por delante es esperable que los lazos entre los miembros de dichos equipos sean particulares, conocerse en la cancha y en el camarín es como conocerse en el escenario y en bastidores.

Saber de la lesión crónica del compañero, de sus debilidades y miedos, de sus puntos fuertes que dan confianza al resto, de los lujitos, y de tantas cosas que suceden en grupos de personas unidas por un fin por supuesto que genera un vínculo especial.

En esas instancias se construyen amistades como la de Cortez, cuyo vacío nunca podrá ser llenado con la llegada de amigos nuevos.