Lunes 12 de Junio de 2017
Por José Martín Maturana, psicólogo, académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central. Artículo publicado en Revista EXISTENCIA Nº.20, Revista interamericana de Análisis Existencial.
Ser feliz se ha vuelto un apremio, difundido por la globalización y la inmediatez. El artículo busca ser provocador, en el sentido de movilizar las nociones que existen sobre la felicidad y como la significamos en nuestro día a día. A su vez, generar reflexión sobre esta palabra que está tan presente en nuestra sociedad, pero que es muy distinto para cada persona. Un intento por poner en cuestión una construcción generalista de la felicidad o una construcción pre-fijada donde se mira parcialmente un fenómeno complejo, despojándolo de todas sus aristas.
En esta línea nos parece familiar frases como ¿por qué no eres feliz si lo tienes todo? Me imagino se vendrán a la mente más frases similares, las cuales se hacen incómodas, hostiles e irrespetuosas para quien está arreglándoselas con el dolor o el peso de la vida. Este mensaje o presión social, pareciese eliminar o suprimir cualquier expresión que vaya en contra de la felicidad, algo muy propio de los totalitarismos.
Desde el Análisis Existencial, la vida es entendida como una amplitud donde la alegría y el sufrimiento tienen un valor fundamental, nos entregan contenidos muy significativos sobre nuestra resonancia con la vida. Es por esto, que no podemos negar el dolor, sufrimiento, duelos, porque también es una parte de la vida, que nos entrega esa profundidad y aprendizajes tan necesarios para que el retorno de la alegría sea con plenitud. En cambio, la búsqueda unilateral de la felicidad y la huida a todo lo desagradable/doloroso, nos mantiene en un estado superficial o una alegría sin sustrato con la propia vida, dejándonos sin capacidad de contrastar nuestro modo de vivir.
¿Qué características de nuestra sociedad alimentan aquel totalitarismo? una sociedad orientada al éxito, donde lo importante es alcanzar la meta u objetivo, sea en el plano profesional, deportivo, académico, etc. dejando de lado el camino, las decisiones y la aprobación personal para realizar lo que yo considero importante en mi vida. Esta lectura social posiciona el valor en la funcionalidad, transformándonos en objetos o máquinas despojados de nuestra humanidad. “Productividad”, “eficiencia”, “competencia”, “carrera profesional”, “crecimiento económico”, conceptos que tiñen de alguna forma el estilo de vida actual, donde muchas veces somos una pieza de esta gran máquina, presionados a darle cuerda con nuestras acciones (Fromm, 1989).
En la sociedad orientada al éxito, se promueve el “valor para otros” y “valor de uso” sustituyendo el valor personal, lo que nos hace únicos en cada situación (Längle,2006). Esta forma de vida, nos lleva muchas veces a modos de existir vacíos o carentes de valor, provocando cansancio, desgano, sensación de peso, entre muchas otras. Estos condicionamientos sociales muchas veces son potenciados por la publicidad y las redes sociales, donde la felicidad llega a su máxima caricatura. Abundancia de sonrisas, personas felices y ausencia de dificultades.
No se busca, desde el Análisis Existencial, una apología al dolor y el sufrimiento, pero sí revelarlos en el valor que tienen y no esconder la parte más dura de la vida. Relación, tiempo y cercanía son condiciones fundamentales planteadas por este enfoque, para acercarme a la vida y vivirla plenamente. Una invitación a permitirse la cercanía al dolor y sufrimiento, ya que la negación de éstos no nos permite seguir desarrollándonos en nuestras vidas. Por ejemplo, al terminar una relación de pareja o ante un fallecimiento de un familiar es natural el retraimiento, el sentir que algo/alguien ya no está y que duele porque nos cuesta aceptar, soltar y permitirnos sentir. Nuestra confianza en el mundo y las regularidades es conmocionada por la vida, pero el dolor también puede ser genuino y fortalecedor si lo tomamos con apertura.
Por estas razones, es importante darle espacio y tiempo de vida al dolor que me invita a una pausa, así legitimando estos sentimientos, porque soy tocado por la vida porque hay cosas que me importan, no me es indiferente mi existencia. Por ejemplo, en una ruptura de relación pareja, muchas veces el círculo o contexto no permite el duelo, haciendo difícil a la persona entrar en relación con lo perdido, muchas veces con intenciones de ayudar al otro. La complejidad radica en evitar el dolor o sufrimiento por una noción de que “no es bueno” o que “hay que seguir la vida”, lo cual me parece interesante abrir el diálogo a cómo mirar el dolor.
Las críticas a estas posiciones, más que un ataque a la felicidad, son una crítica constructiva hacia la fijación con la felicidad o su búsqueda unilateral, imposibilitando acceder o entrar a estados no tan agradables, que ya hemos mencionado en el presente artículo, no construir desde generalidades porque ahí deja de ser personal. Poner en duda la noción de “manual de la felicidad” y acercarse más a la forma en que escribo mi historia, con sus dolores y alegrías, éxitos y fracasos, amores y desamores, encuentros y desencuentros, tranquilidad y tensión, etc.
Estos dilemas son motivo de conversación y tomados por diversos autores, tal como plantea Mark Twain, “No puede el hombre sentirse a gusto sin su propia aprobación”. Desde las reflexiones del artículo, es difícil entender la felicidad desde espacios comunes o caminos delimitados socialmente, al parecer es un manejo de las posibilidades con las herramientas que cuento para abrirme espacio en el mundo, muy similar a lo que plantea el Análisis Existencial con vivir una vida con aprobación interna.
En una mirada más desde el existencialismo, Albert Camus (1985) escribe: “juzgar si la vida vale o no la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. El acento está puesto en la decisión, en la posición personal respecto a la vida y como ésta me interpela a vivirla en cada situación. Estas posiciones van más allá de una fijación unilateral de la felicidad o asociadas a una meta o éxito, se asemeja más a la posición personal ante el mundo.
Finalmente, quisiera ir cerrando poniendo atención en algunos puntos. Por un lado rescatar el valor de los sentimientos dolorosos, permitiendo que tomen su espacio y tiempo porque también son parte de la vida, reemplazando el totalitarismo por un diálogo respetuoso, donde la presión social o dificultad para mostrar esta parte de la vida, sea llevada a una mayor apertura para permitirnos sentir el valor de los sufrimientos y tensiones. Llevando la felicidad a un plano donde yo tomo la vida con responsabilidad y me hago cargo de mi libertad, de lo contrario no podríamos hablar de vivir existencialmente.
Referencias:
Längle, A. (2004). Psicoterapia analítico-existencial de los trastornos depresivos. Revista Chilena de Neuro-psiquiatría. 42(3): 195-206
Längle, A. (2006). La segunda motivación fundamental de la existencia. La relación al valor de la vida. (libro de texto formación en análisis existencial). Viena: Sueß-Gasse.
Fromm, E. (1989). La condición humana actual. Barcelona: Paidós
Camus, A. (1985). El mito de Sísifo. Madrid: Alianza editorial.