Viernes 15 de Abril de 2016
El debate sobre Uber en Chile se ha concentrado en si esta aplicación es legal o ilegal o si es buena o mala. Esto es una explicación reduccionista que solo lleva a la confrontación. Como académico de las ciencias sociales me interesa resaltar otro punto de vista.
Estamos en una sociedad en la que abundan las nuevas tecnologías y aplicaciones, lo cual, como todo, tiene ventajas y desventajas. El caso de Uber es una app que entra al mercado por "el lado"; es decir, no vía "conducto regular" en el que este sector está, desde ya, reglamentado. Irrumpe además con un discurso que oferta a los chilenos - según ellos- una "nueva forma eficaz y eficiente y de con un servicio de transporte "de mejor calidad y de trato hacia los pasajeros".
En mi opinión, esta estrategia de publicidad es chabacana y perversa. Además de romper las reglas establecidas en este rubro del transporte, enfatiza, equivocadamente, ante el imaginario social, que "los demás transportes son malos, poco seguros y que engañan a la gente". Haber elegido este foco, es contrario a la necesaria mejora que requiere, desde el Estado, nuestro país para mejorar la calidad y las reglamentaciones del transporte público. Y, lamentablemente, desde mi punto de vista, estas plataformas innovadoras, con tal discurso confrontacional -de lo bueno y lo malo- destruyen valores colaborativos que requieren ir incresciendo en nuestra sociedad.
Desde el punto de vista de nuestra economía local, no son un aporte al país. Son una iniciativa privada que no dejan un valor agregado, ya sea económico y social, para implementar un buen transporte público para una ciudad como Santiago. No existe un valor agregado para la sociedad; sólo fomenta la confrontación entre los actores.
Sus diseñadores llenan sus arcas y posteriormente desaparecen. Debemos velar por el bien común y crear aplicaciones colaborativas y no aquellas en la que sólo se beneficien unos pocos y no sean un aporte al desarrollo de nuestra sociedad.