Martes 2 de Mayo de 2017
La idea de sueño, es la idea de tener un proyecto común que le de sentido a nuestro quehacer cotidiano. Tomando la frase de Holzapfel "«el hombre es el buscador de sentido»", la invitación es a encontrar un sentido colectivo que sea el norte hacia donde queremos que la facultad se oriente.
El sentido tiene relación con el proyecto vital y ha alcanzado un lugar de privilegio en diversas disciplinas del pensamiento contemporáneo. Vivimos a partir de un proyecto, a partir del sentido que le otorgamos a la cotidianidad. Y eso es válido tanto para una sociedad —un país, por ejemplo— como para un grupo interno de una colectividad como FACSO o para una persona en particular. No es que se deba existir desde un programa de vida, sino que, de hecho, y más allá de nuestra voluntad, existimos a partir de él, aunque no nos demos cuenta claramente de que eso sucede, querámoslo o no.
El proyecto desde el que se configura nuestra existencia individual o grupal no es plenamente consciente. Buena parte de él no lo es. Eso no es raro, ya que el proyecto está constituido por ingredientes históricos de la colectividad en que estamos insertos que son más bien desconocidos por cada individuo o cada grupo social. Es el sentido histórico o consciencia histórica lo que nos permite vislumbrar esa dimensión profunda y un tanto oculta del programa vital.
En cualquier caso, estamos en condiciones de pulir y precisar el proyecto, partiendo de la base del conocimiento de él que tengamos. Y eso es importante, pues no estamos entregados a algo que funcione automáticamente, aunque el proyecto reside nada menos que en el sentido de nuestra existencia. Una vida humana tendrá más o menos sentido, buen sentido o no, estará llena de sentido o carecerá de esa plenitud de acuerdo al programa de existencia que impere en ella. Entre otros, Viktor Frankl y Sergio Peña y Lillo, desde la psiquiatría, Ortega y Gasset y Cristóbal Holzapfel, desde la filosofía, han mostrado lo significativo que es ocuparse del sentido, en la acepción de esta palabra que estamos poniendo en juego ahora. El sentido nos da el horizonte de significatividad que le damos al quehacer, le da una mirada de futuro, desde donde actuamos en el presente.
Como casi todos los vocablos —si es que no todos—, la palabra «sentido» es equívoca. Es posible entenderla de varias maneras. Cuando en un ensayo Godofredo Iommi, refiriéndose al poeta Arthur Rimbaud, habla del «razonado desorden de los sentidos», aclara que no basta con entender sentidos como órganos externos o internos de percepción, sino que se trata de los sentidos del lenguaje, de la comprensión. Hay al menos dos acepciones más de la palabra, como hace notar Holzapfel: sentido como justificación y como orientación. He utilizado la palabra en esta última acepción, aunque considerando también las anteriores; es decir, al ocuparnos del sentido como orientación y dirección, tendríamos que hacerlo además de los sentidos del cuerpo, de los significados de las palabras (o de las cosas, de los sucesos y las acciones) y de la justificación (de un hecho, una acción, un suceso). Del para qué de la FACSO hoy.
Aludiendo a nuestra Facultad de Ciencias Sociales, afirmé en el editorial anterior que puedo decir con orgullo que en sus aulas se forman profesionales en disciplinas que dan cuenta de distintas aristas de las personas y pretende dar respuestas al misterio de la convivencia humana. No en vano el trabajo de nuestros investigadores se orientan hacia tratar de entender los que pasa en nuestro país con personas que no siempre tienen voz, me refiero a los migrantes, a las mujeres, a los ancianos a y a los niños. Hablamos por ellos y trataremos de hacerlos visibles.¿Qué más sentido que ese? Invito, a las tres escuelas, lideradas por Daisy, Gabriel y Emilio a pensar sobre ese proyecto institucional, lacónicamente enunciado, que da orientación, dirección y sentido a nuestro quehacer universitario. Y no solo a pensar, sino a intervenir entusiasta y dinámicamente, con todas nuestras capacidades, en su realización en el mundo, de manera de sentir que cada día laboral, bien vale la pena y que cada uno de nosotros sabe para qué está y que sentido tiene su trabajo cotidiano.
Dra. Ana María Zlachevsky
DECANA
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad Central de Chile