Martes 31 de Mayo de 2016
Columna de opinión del decano Marco Moreno publicada en el portal El Mostrador
Entre las razones expuestas –a través de una declaración pública divulgada casi en paralelo a la renuncia presencial que le hacían a la ministra de Educación– se señalaba, entre otras, el nuevo rol de los renunciados funcionarios del Ministerio de Educación Gonzalo Muñoz y Miguel Crispi en las “contiendas electorales de la próxima elección municipal y parlamentaria”.
Durante los días posteriores a la calculada y mediática renuncia parece quedar claro que el trabajo en este último ámbito no será muy intenso para los ex funcionarios. Las contiendas electorales se circunscribirán a un puñado de candidaturas a concejales, pues se anunció la renuncia para competir en las primarias en Santiago y la negativa, también, para levantar una candidatura propia a la alcaldía capitalina.
Miguel Crispi señaló en una reciente entrevista que “no es el momento de disputar una alcaldía tan importante como Santiago”. Al respecto surgen las preguntas: ¿cuándo, si no es ahora, será el momento para medirse electoralmente?, ¿qué condiciones tendrían que darse para competir con un proyecto propio por las preferencias ciudadanas?, ¿existen otros liderazgos disponibles para competir en arenas distintas a las redes sociales? Por ahora solo hay ambigüedades.
Como sabemos, la frase “en la medida de lo posible” ha sido el rótulo que los críticos del modelo de gobernabilidad que se inaugura en los 90 han utilizado para cuestionar muchas de las decisiones de política de los gobiernos de la Concertación. Según los contradictores del paradigma de gobernabilidad, entre los que se encuentra el diputado Giorgio Jackson y sus seguidores en RD, quienes administraron el modelo se habrían abocado solo a hacer aquello que estaba dentro de los márgenes de lo posible. Esta misma cuña acerca de lo posible puede ayudar a interpretar hoy el accionar electoral de RD.
Medirse electoralmente en la medida de lo posible remite a la idea de exponerse electoralmente en ambientes de atmósfera controlada, es decir, de competencia controlada –como puede ser en una contienda universitaria o al interior de un pacto sin competencia– y de escenarios protegidos que aseguren o blinden candidaturas. Esto último ha ido trascendiendo con mayor nitidez luego de las declaraciones de los propios protagonistas de la trastienda de la nominación del actual diputado Jackson en el distrito de Santiago y de las resoluciones del último consejo político de la colectividad. Por ahora en RD no estarían dispuestos a mover el límite de lo posible, a lo menos en términos electorales.
¿Por qué las dudas de RD para enfrentar electoralmente a quienes son hoy sus adversarios en la Nueva Mayoría? Nos centraremos aquí en una línea de respuesta que remite a la crisis de la política, la acelaración de los procesos de cambio y la volatilidad de los electores. Lo anterior aplica a los partidos políticos tradicionales, pero está afectando también a las nuevas colectividades que como RD no cargan con la mochila de la etapa de “democracia de partidos” postransición. En los hechos, estas mismas razones tienen efectos también sobre los llamados “partidos instantáneos” –como sería el caso de RD– que buscan representar intereses desagregados y tratan de responder con agilidad a las demandas muchas veces contradictorias de los diferentes estados de la opinión pública encuestada.
El resguardo para no medirse electoralmente en el escenario actual dice relación también con otros dos fenómenos concomitantes. De un lado, el hecho de que el electorado chileno se está desestructurando progresivamente y, de otra parte, un comportamiento electoral más contingente que estaría en la base de la volatilidad del voto. A medida que la participación se debilita y aumenta la indiferencia es posible pensar que quienes sigan participando serán más volátiles, más inseguros y más aleatorios con la expresión de sus preferencias electorales.
La propuesta de desintermediación de RD, de hacer política utilizando otras formas de representación, como lo son las redes sociales o la lógica de apoyo a los movimientos sociales, no muestra todavía resultados mejores que las tradicionales formas de representación hoy fuertemente cuestionadas.
En relación con lo primero, si bien es cierto que la red permite conectar, acercar, observar y controlar sin la necesidad de mediación organizativa como la que proveen los partidos, no remplaza por ahora los espacios de deliberación y organización necesarios para la toma de decisiones, elementos clave para no reducir la democracia a la mera agregación de consultas.
A su vez, el rol de los movimientos sociales tampoco sustituye a los partidos. Estos pueden aportar mucho a la discusión y a que los nuevos intereses sirvan de base de representación de los partidos, pero, como lo plantea Michel Walzer, “los partidos se dedican a recoger votos y los movimientos sociales a modificar los términos de esta recogida”. Probar esta estrategia de desintermediación requiere demostrarla con resultados electorales, con respaldo ciudadano que exprese esa voluntad de cambio no solo en la palabra sino también en la acción política. Aquí radica el desafío para RD respecto del cual, por ahora, todo indica que habrá que seguir esperando.
Marco Moreno
Decano
Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública, Universidad Central de Chile
Fuente: www.elmostrador.cl