Viernes 2 de Junio de 2017
Columna de opinión del decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública, Marco Moreno
Sin duda fue su cuenta más política y estuvo cruzada por una cierta energía discursiva que se ha venido instalando en el sistema político chileno, en donde parece advertirse una tendencia general al declive del racionalismo como medio de persuasión publica, en favor de un lenguaje auténtico donde prima el registro emocional o la experiencia personal que coloca el foco más en el relato que en la argumentación. De alguna manera la cuenta pública de la Presidenta es resultado de una democracia post factual, donde los hechos cuentan menos que las sensaciones que producen.
Gran parte del discurso estuvo marcado por una narrativa con un uso selectivo de los hechos -como la defensa de la gratuidad universitaria- funcionales a la idea fuerza de que habría cumplido con los cambios y transformaciones comprometidas.
De cualquier forma y a pesar de la interpelación de la Presidenta en el sentido que los cambios no tendrán marcha atrás, tanto los pocos nuevos anuncios como las reformas en marcha quedan fuertemente mediados por la tensión instalada entre oficialismo y oposición propia de los períodos electorales especialmente en lo relacionado con la incertidumbre sobre si la decisión gubernamental de hoy será mantenida por quien esté gobernando mañana.
Junto a la notificación a la oposición, el llamado claro fue también a la unidad de la Nueva Mayoría. El relato aquí se expresó en el giro hacia una argumentación emocional en relación con lo alcanzado en términos de avances sociales, progreso y gobernabilidad. Los interpelados la NM a quienes Bachelet llamo "los demócratas progresistas de Chile". La referencia de su discurso acerca de que "hemos puesto en marcha una historia y somos responsables ante el país de llevarla a cabo" entronizó con la imagen de sus ministros y parlamentarios aplaudiendo de pie el llamado a la unidad del sector.
Tal parece que la Presidenta y su administración parecen estar resintiendo la orfandad del Gobierno al interior de la propia coalición y de ahí el llamado de unidad para seguir con los cambios. Esto debe leerse como disciplina en el Congreso y ordenamiento táctico y estratégico para ganar las elecciones, de modo de asegurar la continuidad de las reformas. Sin embargo, dicha interpelación puede no resultar suficiente para suplir la ausencia de un diseño que le diera consistencia estratégica a su Gobierno en medio de la crisis política actual y de paso para concluir la "obra gruesa" de su administración.
Tal como en la ceremonia del adiós -relato de los últimos años de la vida en común de Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sastre- o en la versión de Cortes Terzi -donde anticipó la decadencia de la Concertación- hay también en esta última cuenta pública de la Presidenta un último y desesperado intento que busca revertir y evitar el ánimo de derrota electoral y política del oficialismo, apelando ya no a la racionalidad de los cambios sino a las emociones y sentimentalismo ciudadano.
La pregunta que surge es si para los ciudadanos decepcionados con la política y sus resultados basta sólo con esta apelación a las emociones o si, por el contrario, lo que puede ocurrir es un movimiento de introversión agresiva dominado por la emoción antes que por la razón que se manifieste en las elecciones de fin de año.
Marco Moreno
Decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Central de Chile
Fuente: www.pulso.cl