Lunes 7 de Septiembre de 2020
Un jurado de expertos nacionales e internacionales estuvo a cargo de seleccionar los proyectos destacados del Concurso de Arquitectura en el marco de la Semana de la Madera 2020 de Madera21 de Corma, la cual se celebró de forma digital del 2 al 5 de septiembre.
'Unidad educativa para la innovación agroforestal', es el título del proyecto distinguido con el primer lugar del Concurso de Arquitectura convocado por Madera21 de Corma, en el marco de la celebración de la Semana de la Madera. La autoría del proyecto recae en el estudiante centralino Hugo Valenzuela, bajo la guía del docente Álvaro Herrera.
Valenzuela y Herrera, explicaron el proceso creativo que dio génesis al proyecto, partiendo por un diagnóstico o detección de necesidades y la perspectiva de aportar como solución. Contextualizaron la propuesta sobre “los cuestionamientos sociales que emergen este último tiempo, que ponen énfasis en la necesidad de trabajar estrechamente con las comunidades, contrariamente a la política emanada desde el estado, más bien centralizado e inflexible. Bajo esta premisa, la síntesis proyectual se aleja de lo eminentemente arquitectónico para abarcar otras disciplinas como la geografía y la economía, que están estrictamente ligadas al trabajo territorial y comunitario”.
En ese sentido, estudiante y docente agregaron que “esta inmersión en el territorio nos ha dado las claves para entender tanto las comunidades como sus problemáticas y necesidades, que se resumen en la falta de una política pública coordinada, descentralizada y eficiente”. Entendieron las potencialidades del territorio en la región del Bio-Bio, la disponibilidad de herramientas para lograr un desarrollo social y económico sustentable en el tiempo, pero “la falta de coordinación entre los actores locales desaprovecha este potencial”.
Esa interpretación del entorno, les hizo reflexionar sobre lo que ellos denominaron el punto central de su propuesta y ante ello cuestionarse “¿Cómo podemos articular empresa, estado y territorio?: a través de un proyecto educacional que consolide las potencialidades del lugar. El colegio técnico se transforma en el principal nexo entre la comunidad y el actor económico, sea una pequeña o mediana empresa, generando una relación sinérgica de beneficio mutuo”. De esta manera, argumentan que la educación técnica se convierte en un motor clave en la cadena de innovación, generando valor agregado a los pequeños productores y comunidades.
Esto no es una idea nueva, explican los autores, “nos basamos en modelos de desarrollo exitosos a nivel mundial, como es el caso de desarrollo alemán llamado ‘Mittelstand’, similar al modelo del industrializado norte italiano y alternativo al modelo anglosajón, donde los länder (o estados) alemanes tienen sus propias políticas educacionales estrechamente ligadas con la pequeña y mediana empresa, traccionando un proceso productivo entre todos los actores locales para agregar valor a su cadena productiva”.
Por otra parte, se refirieron a los desafíos, en términos de poner en práctica las herramientas inherentes a la Arquitectura como disciplina, en la puesta en acción de este proyecto, ante lo cual aseguraron que “generalmente, las facultades de arquitectura tienden a especializarse dentro de los propios límites de la disciplina. A nuestro entender, el desafío estuvo en salir de esos parámetros y rescatar áreas tan importantes como la economía, entendiéndose como una ciencia social estrechamente ligada al concepto de cooperación, atendiendo una mirada más global de lo que debería ser el desarrollo económico y social. Por otra parte, lograr comunicar y sintetizar nuestras ideas a personas ajenas a la disciplina fue un desafío muy importante, en el que seguimos trabajando y perfeccionando”.
En tanto, Valenzuela abordó la relevancia de aprovechar este tipo de instancias (concursos) como oportunidades por parte de los estudiantes, pues “es una plataforma sumamente importante para las facultades de Arquitectura. Es la oportunidad de generar debate con otras universidades y futuros colegas en torno a la actualidad de la disciplina y la producción estudiantil”.
Alumno y profesor guía, coinciden en que -los concursos- deberían tener un papel más relevante dentro de la carrera, al ser también un acercamiento al mundo del trabajo y el quehacer arquitectónico y constructivo. Aseguran en conjunto que, a su vez, se puede entender el concurso como una de las principales instancias que tienen las universidades para difundir lo que se hace dentro del aula “y generar una retroalimentación con compañeros de otras escuelas”.
La propuesta galardonada, expone en su descripción que el edificio busca experimentar con la diversidad agroforestal actual de la zona, estudiar en torno a su capacidad de adaptabilidad al cambio y la convivencia, así como ensayar en la introducción de nuevas especies. Este conforma un perímetro controlado para el monitoreo de biomas de experimentación, inserto en plena zona agroforestal. Se trata de una plataforma de fácil replicabilidad, prefabricada y de fácil traslado, en cuyo interior se ponen a prueba situaciones hipotéticas de cultivo, para ser aplicadas posteriormente en los campos de siembra y forestales. A la lejanía, el edificio aparece como una barra que alude a la horizontalidad de la disciplina científica.
En el mismo concurso, también se reconoció con Mención Honrosa otro proyecto con sello centralino; se trata de ‘Infraestructura educacional para una ruralidad agroecológica’ de los estudiantes Sebastián Hermosilla, Diego Lacazette, Irene San Román y Jesús Chuquipoma, quienes contaron con la colaboración de Sebastián Montero y tuvieron a Cristián Salinas y Felipe Carrasco como profesores guías.