Hay noticias que sorprenden. Conocido fue el caso de una niña con parálisis cerebral, en el que su madre señala que la estudiante logra comprender lo que se le indica sin mayores problemas. El punto está en que al ser evaluada por una docente, ésta la califica con nota 2,0 y una “carita triste” timbrada en el cuaderno, en el que se señala: “necesito ayuda”.
Resulta contradictorio para nuestro sistema educativo, donde hace sólo unos meses nos encontrábamos debatiendo respecto de eliminar progresivamente las notas en la escuela y hoy, nos encontramos con situaciones como estas donde una niña es excluida por sus avances significativos que ha conseguido.
Por décadas nuestra sociedad chilena ha entendido que la evaluación es sinónimo de “premio y castigo”, de “aprobación y reprobación”, de ser “bueno o malo”; Lamentablemente, al interior de las aulas universitarias continúan manifestándose prácticas evaluativas que obedecen a una suerte de medición, sin tener en cuenta el proceso formativo de los estudiantes. Debemos entender que la evaluación representa un acto de aprendizaje para el estudiante, donde no solo se pone en juego aquellos conocimientos propios de la asignatura o la disciplina, también se deben contemplar habilidades, actitudes y la relación con el otro.
La clave está siempre en no castigar a través de la evaluación, si el estudiante obtiene una calificación deficiente, entonces es necesario que el profesor/a retroalimente al niño/a y le explique el por qué obtuvo esa nota, y que juntos harán un camino para que eso se elimine; ello en el entendido que aún tenemos mucho tiempo para que pensemos una educación en Chile “sin calificaciones”. Hay que ser cuidadosos con el tratamiento de las “caritas felices o tristes” en el cuaderno, ya que pueden jugar un factor negativo y terminarán desmotivando y generando una comparación entre aquellos niños que son mejores y aquellos que no lo son.
Evaluar tiene que ser una acción transparente y no un momento de temor en los estudiantes, de lo contrario, se irá perdiendo el auténtico valor que ésta tiene: que los individuos generen aprendizajes para desempeñarse en la vida.