María Victoria Peralta, académica de la U. Central, tuvo una destacada participación en el XII Congreso de SUMMIT/País Digital, donde abordó la compleja intersección entre la inteligencia artificial y la educación, compartiendo su visión sobre los desafíos y oportunidades que presenta esta revolución tecnológica en el ámbito educativo de la primera infancia.
El miércoles 4 de agosto la destacada académica fue invitada a participar del XII SUMMIT/País digital, cuyo tema central fue la Inteligencia Artificial y la educación. Junto a mas de 100 exponentes con diversas especialidades, la académica tuvo la posibilidad de plantear su visión más humanista de la brecha social que se comienza a evidenciar con la educación en general y en particular con la primera infancia. A continuación su opinión respecto a este tema y su destacada participación en la actividad:
Nadie puede discutir el aporte que toda nueva tecnología implica para avanzar en todos los campos, y sin duda, así lo es en el ámbito de la educación. Sin embargo, como la educación es básicamente formación humana -en este caso de las nuevas generaciones-, es necesario tener ciertas consideraciones, regulaciones y resguardos.
En primer lugar, cabe tener presente que en nuestro país hay en general una brecha digital aún significativa en relación a los sectores poblacionales vulnerables, los más lejanos y con las personas mayores. Pienso que todavía está en el recuerdo de todos, aquellos niños y niñas que se veían en los techos de sus casas o en medio de una calle, tratando de conectarse con un celular o un computador bastante antiguo con su escuela, en tiempos de la pandemia.
En el plano de las políticas públicas, desde la década de los 90 el MINEDUC ha desarrollado una serie de iniciativas para favorecer la “ciudadanía digital”, concepto apropiado para indicar las implicaciones sociales, éticas y de responsabilidad que se debe tener frente a este tema. Sin embargo, la cobertura ha sido parcial y no siempre exitosa en cuanto a la distribución de los recursos informáticos y sus apoyos. Por ejemplo, el proyecto” Enlaces” que fue la primera gran medida al instalar salas de informática en las escuelas públicas, no consideró en sus inicios (1992) a la educación parvularia en el nivel de transición, y no fue hasta el año 2006 que se implementaron programas específicos y las adaptaciones necesarias. Para el bicentenario, se desarrolló el Programa Jardín digital en Fundación Integra, el que se discontinuó. Posteriormente (2014-15) hubo una entrega de tablets por escuela, donde podían participar los párvulos, pero también ha sido heterogénea esta medida en su continuidad. Por su parte, instituciones como JUNJI e Integra, han desarrollado algunas iniciativas, que, por diversas situaciones especialmente económicas, han sido limitadas.
Por tanto, cabe remirar las políticas públicas orientadas a este sector, y visualizar que la cultura digital debe ser parte de las generaciones actuales, pero que requiere medidas sostenidas e integrales, que abarque todos sus aspectos: hardware y programas adecuados, conexiones a internet, mantención de los equipos y capacitación de educadores y familias de los párvulos.
Si aún no alcanzamos esta meta, es difícil proyectarse con la IA. Demás está discutir su aporte a las sociedades, pero hay aún muchos aspectos sin considerar que son básicos de resolver como los éticos. Si con la IA ya se han creado docentes, niños, personas fallecidas, entre otros, es evidente la necesidad de regulación de todo lo que comprende, junto con pensar que se va a convertir en una brecha más profunda aún entre aquellos que pueden contar con sus aportes, y aquellos que no entran aún en la era digital.
Ya hay proyectos a nivel mundial y nacional en estos campos, pero cabe tener presente que, en el caso de los párvulos, ellos deben empezar sus aprendizajes a partir de lo concreto y real, y no sólo ellos, sino la humanidad en entera. Así lo expresa el destacado filósofo de estos tiempos, Byung-Chul Han: “ya no habitamos la tierra y el cielo, sino Google Earth y la nube”, por lo que la información domina nuestro entorno de vida, pasando las cosas palpables a estar cada vez más a un segundo plano. El mundo como esfera de información se superpone al mundo como constelación de cosas, y esa transición modifica sustancialmente nuestra percepción y relación con el mundo, lo cual, es peligroso.