Miércoles 6 de Mayo de 2015
Eduardo Ravanal es director de la carrera Pedagogía en Biología y Ciencias y director Académico del Magíster en Didáctica de las Ciencias Experimentales de la Facultad de Educación de la Universidad Central. Es licenciado en Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, profesor de Biología y Ciencias Naturales de la Universidad Mayor y doctor en Educación de la Universidad Academia Humanismo Cristiano.
En el marco de la Reforma Educacional en desarrollo y el proyecto de ley de Política Nacional Docente presentado ante el Consejo de Educación de la Cámara de Diputados en abril de 2015, elogio el diálogo permanente con el colegio de profesores, los diálogos ciudadanos y temáticos y la serie de encuentros con expertos, instituciones y actores claves. Celebro además, todas aquellas intenciones políticas que buscan más y mejores condiciones para los profesores, profesoras y educadoras de nuestro país. No obstante, en este marco, me preocupa la representación que se tiene del Desarrollo Profesional Docente, a mi juicio asunto remitido a dos variables: experiencia y desempeño, que por cierto, merman las oportunidades de un profesor para un auténtico desarrollo.
Quizás sea oportuno no instrumentalizar el desarrollo y sus consecuencias, señalando que la experiencia y los buenos resultados permitirán a cada profesor(a) acceder a un desarrollo temprano o avanzado, porque en verdad, podríamos estar equivocando el camino. Desde mi punto de vista, el desarrollo profesional es sinónimo de aprendizaje individual o colectivo, de toma de consciencia sobre el hacer en la práctica educativa, de participación en espacios de reflexión individual y entre pares, focalizado en la escuela y no, en el paso del tiempo y buenos desempeños. Es una oportunidad para "mirar lo vivido" y aprender desde ahí según tiempo y espacio cómo aprenden nuestros estudiantes.
No debe ser entendido como una serie de lecciones dictadas por expertos a profesores sobre algunos contenidos, ya que en la actualidad la investigación ha revelado que el efecto de cambio es nulo. El Desarrollo Profesional debe focalizar en los problemas prácticos que tienen los profesores, para así identificar los requerimientos profesionales que permitirían abordarlos. De esa forma un profesor dispondría de modelos de acción variados que den cuenta de su experiencia. Por ejemplo un profesor podría tener 10 años de "experiencia docente", pero si durante esos 10 años hace lo mismo, en verdad tiene 1 año repetido 10 veces. La experiencia entonces, es más que el paso de los años, por ello, la carrera docente debe resguardar un auténtico Desarrollo Profesional Docente.
Para concluir el desempeño del profesor, evaluado a través de pruebas de conocimiento y un portafolio, es una cuestión que debemos seguir discutiendo, principalmente por el carácter que adopta el Desarrollo Profesional en ese plano, que se aprecia estático, restringido y con baja implicancia con el contexto.
El carácter evolutivo del desarrollo se invisibiliza, se diluye, se dispersa, principalmente por la ausencia de retroalimentación sobre las necesidades y preocupaciones del profesor(a). La evaluación y certificación docente entonces, será necesaria y útil, siempre que brinde oportunidades de crecimiento personal y profesional a los profesores y que favorezca la eficacia más que la eficiencia. Pensemos el Desarrollo Profesional Docente como una estrategia para la mejora de los resultados, con foco en los requerimientos y necesidades profesionales del profesor(a), para que pueda abordar los problemas prácticos de su profesión en un plano participativo, creativo, reflexivo y finalmente, transformador.