Jueves 25 de Mayo de 2017
Profesora del Magíster en educación Inclusiva de la Universidad Central. Experiencia en el ámbito de docencia escolar, orientación vocacional y dirección de establecimiento educacional de alta vulnerabilidad y especialización en el área de Metodología de la Investigación, Interculturalidad, Liderazgo educacional y Metodologías de aprendizaje.
Es innegable que el éxito de cualquier sistema educativo, en lo sustantivo, se sostiene -entre otros factores- desde estos tres pilares mencionados por Marianne Huusko-Lamponen como las fortalezas del modelo educativo finlandés; equidad, rol del profesor y flexibilidad curricular. Variables que sin duda, deben estar siempre enmarcados en el contexto sociocultural país, lugar donde nacen, se desarrollan las acciones y confluyen los resultados de todo proceso educativo. Desde hace más de una década que Chile observa la implementación del modelo educativo, los procesos desarrollados y la evolución de éstos en Finlandia, con la intensión de homologarlo e intentar ponerlo en marcha en nuestro país.
En Chile, desde hace más de diez años se ha intentado insertar parte del modelo educativo finlandés. La implementación de diversas políticas públicas, han tenido lugar en esa dirección, algunas con éxito y otras en proyecto y/o en vías de ser aprobadas en el Congreso. No obstante, éstas medidas no han dado los frutos esperados en nuestro país. ¿Cuáles son entonces las causales de tan magros resultados?
El primer inconveniente, ha sido tratar de importar e implementar un modelo educativo proveniente de una cultura como la finlandesa, tan disímil de nuestra realidad. Ello significa desconocer las grandes diferencias que nos separan de este país europeo en términos culturales y desconocer -en gran medida- nuestras propias características de país latinoamericano. Si bien es cierto, el modelo educativo finlandés es muy efectivo, este se enmarca en una cultura determinada y, el modelo educativo está implementado para dar respuesta a ella. La exportación del mismo, no significa un éxito garantizado. Empero, se debe reconocer que la idea de reproducir algunos elementos de él, pudiere ser beneficioso en el mejoramiento de la educación en Chile. Medidas que debieran ser pensadas e implementas desde la lógica de la cultura local que gobierna a los actores involucrados en ellas.
Un segundo conflicto, radica en el modelo económico neoliberal imperante en Chile. Desde este paradigma, el Estado se percibe como un ente garante y un sistema educativo dónde se prioriza la educación privada, entendiendo que los porcentajes del PIB aportados a educación, se compone de aportes directos, provenientes del Estado -bastantes exiguos- y de aportes indirectos provenientes de privados, según datos de la OCDE (UNESCO, 2014), lo que se ve –fuertemente- incrementado en la educación terciaria.
En oposición a lo señalado, lo realmente trascendental en el sistema educativo finlandés, es que la educación se comprende –a nivel país- como una responsabilidad y obligación del Estado y un derecho de los ciudadanos. Entendida así, no es de extrañar los altos recursos financieros que el Estado destina a educación (6.1 del PIB), por cuanto más que un gasto, ésta acción se entiende como una inversión. En Finlandia, la ley establece una educación básica obligatoria para toda persona que tenga entre 7 y 16 años. El Estado financia los costos inherentes a ella, lo cual contempla –entre otros- textos escolares, insumos y alimentación (al menos una comida caliente al día) para cada estudiante.
Una de las grandes fortalezas del modelo finlandés, radica en la confianza depositada en los profesores. La misma que permite generar climas adecuados para el aprendizaje, libertad y autonomía en la gestión educativa, lo que a su vez, se transforma en compromiso con el proceso educativo de cada uno de sus estudiantes.
Finalmente, como sociedad, debiéramos comprender que alcanzar las metas propuestas en educación, significa ir más allá de importar e implementar modelos foráneos. No obstante lo anterior, el modelo finlandés, nos muestra que el rumbo que se ha seguido en educación, no nos está llevando a buen puerto.