Martes 9 de Enero de 2024
Hace pocos días falleció en Alemania, Wolfgang Schäuble, un muy respetado político demócrata cristiano, aunque algo ignoto en ambientes latinoamericanos. Sabido es que el discurso buenista y la hubris cautivan profundamente la imaginación en la política latinoamericana y Schäuble fue la antítesis de eso. En todo caso, vale la pena recordar desde acá algunos de sus rasgos. Se trató de una figura interesante en numerosos aspectos.
Primero que nada, por su tipo de liderazgo. Siempre mostró atributos vigorosos, como la valentía y un carácter granítico. Transmitió seguridad y experiencia. Consciente de jugar roles claves entre el pasado y el futuro, Schäuble hizo gala de un gran instinto para entender la historia alemana y europea. Puede decirse con propiedad que tuvo una enorme capacidad para absorber la “deslumbrante complejidad de la política”, como decía Isaiah Berlin.
En segundo lugar, por la forma en que se relacionó con sus pares, especialmente con Helmut Kohl, con quien estrechó una amistad basada en aquella lógica de tipo alter ego con algún contemporáneo -algo para nada infrecuente -, donde el destino suele reservar el máximo cargo político a sólo uno de ellos. En el caso de ambos, los astros optaron por Kohl.
La carrera de Schäuble partió de manera lenta y pedregosa en los años sesenta. Fue dirigente estudiantil de la CDU (Junge Union). Su elección de partido no pareció muy afortunada. Eran momentos en que los aspectos más cool de la vida política europea pasaban por la socialdemocracia alemana con los tremendamente carismáticos Willy Brandt y Helmut Schmidt.
Gracias a un trabajo paciente, fue elegido miembro del Bundestag en 1972. Desde entonces se le reeligió de manera permanente, llegando a batir un récord absoluto. Nunca nadie, desde 1848, consiguió estar tantos años de manera ininterrumpida en el parlamento alemán.
En el Bundestag, la exitosa dupla con Kohl cristalizó. Se hizo inseparable e incombustible. Por eso, no extrañó cuando éste, apenas designado Canciller en 1982, nombró a su amigo Wolfgang en el cargo de una poderosa oficina de coordinación del Ejecutivo, llamada Chef des Bundeskanzleramtes. Desde aquel vital puesto, Schäuble pasó a diseñar y ejecutar la gran política, de la que nunca más se separó. Entre otros, organizó en 1987 la histórica cumbre inter-alemana, invitando a la RFA al líder de la Alemania oriental, Erich Honecker.
Dos años más tarde, pasó a ser ministro del Interior de Kohl. Desde esa función concibió y ejecutó la reunificación alemana. Es necesario subrayar que la concibió, pues hubo muchas opciones intuitivas acerca de cómo fusionar ambos estados alemanes tras la caída del comunismo. No existía literatura politológica ni económica sobre el asunto, dado que nadie había imaginado hasta ese momento el fulminante colapso del bloque soviético.
En medio del asombro y estupefacción generalizados, Schäuble mantuvo la calma. Propuso convertir a la RDA en cinco Länder (con su respectivo parlamento elegido, Landtag) y que ellos solicitaran su ingreso a la RFA. De esta manera, la decisión política contaría con aval democrático. Su contribución a este proceso, único en el siglo 20, quedó reflejada en el mandato recibido para que, a nombre de la RFA, firmara el 31 de agosto de 1990 el histórico Tratado de Unificación.
Tampoco nadie se extrañó cuando en 1998, Kohl manifestó su deseo que fuera su amigo Wolfgang quien le sucediera como Canciller. Sin embargo, como tantas veces en su vida, los astros no parecieron estar alineados. Del cielo cayó aquel proverbial adagio campesino: “El Hombre propone, Dios dispone”.
Sólo meses después del anuncio, estalló uno de los casos de corrupción más escandalosos de las últimas décadas. Millonarias donaciones a cuentas bancarias negras de la CDU (el famoso Spendeaffäre) pusieron fuera del gobierno a la Democracia Cristiana e hizo trizas aquella amistad que parecía eterna. Schäuble y la estrella emergente, Angela Merkel admitieron públicamente que la era Kohl estaba irremediablemente finalizada.
Tras cruzar el desierto de la derrota, Schäuble estableció una alianza política (no personal) con Merkel, a quien apoyó genuinamente, bajo el predicamento de que su origen en la RDA serviría para fortalecer la reunificación en el largo plazo. Además, ambos eran luteranos. Le sirvió en varios cargos, siendo el de ministro federal de Finanzas el más relevante.
En tercer lugar, Schäuble fue un estadista muy alejado del buenismo. Siendo titular de Finanzas se convirtió en un emblema de la disciplina fiscal europea. En política siempre se debe estar apegado a lo tangible, solía decir.
La verdad es que, sin su intervención fría y categórica, muchos acontecimientos trascendentales de la Europa que hoy conocemos pudieron haber tenido desenlaces distintos. Incluso haberse descarrilado por completo. El gran ejemplo fue su manejo de la crisis de la eurozona, cuando Grecia, incapaz de rescatar a sus bancos y pagar su propia deuda, llevó al euro al borde del precipicio.
En aquella ocasión, la intransigencia de Schäuble opacó incluso a Merkel al introducir una idea histórica: las deudas no son “comunitarizables”. Schäuble sentenció que, si Grecia no aplicaba disciplina fiscal, debía salir de la eurozona y volver a su moneda, el dracma.
Épico fue en esos años su enfrentamiento político y teórico con el entonces ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, uno de los apóstoles del entonces joven y disruptivo partido de izquierda Syriza.
Finalmente hay un episodio personal, donde Schäuble mostró una resiliencia admirable. En1990 se transformó en ejemplo de cómo algunos seres humanos, muy excepcionales, logran torcerle la mano a destinos que parecen ineludiblemente trágicos.
Aquel año, en la localidad de Oppenau, mientras estaba en campaña electoral, sufrió un atentado terrorista a manos de un desequilibrado mental. Schäuble quedó postrado para el resto de su vida en una silla de ruedas. Exhibió una fuerza de voluntad impresionante y, a las seis semanas del ataque, volvió a sus labores.
Es aquel tremendo infortunio el que realza su biografía a niveles conmovedores. Treinta y tres años de invalidez física no le impidieron ser protagonista activo de prácticamente todos los grandes eventos europeos durante ese lapso. Su capacidad para tomar posición política a nivel de Estado y lograr aceptación en toda la Unión Europea, adoptar cursos de acción, polemizar con quien correspondiera y remover obstáculos para lo que consideraba su lineamiento estratégico para Alemania y para Europa, ha sido reconocida por todos a la hora de su deceso.
Días antes de perder la batalla contra el cáncer que lo agobiaba, hizo una advertencia final a Europa. Avanzar sin titubeos hacia una capacidad nuclear autónoma y disuasiva. Reconocida a nivel global y bajo paraguas francés. Será un tema que seguramente provocará grandes debates internacionales en los meses y años venideros.
Aquello se añadirá a sus otras grandes causas. Como el derecho a lanzar operaciones contraterroristas preventivas y la no necesidad de autorización judicial para interceptar comunicaciones sospechosas. “Los Estados no pueden quedar librados a la buena suerte”, dijo en más de una ocasión.
Publicada originalmente en El líbero.