Jueves 2 de Mayo de 2024
El asesinato de tres carabineros ha sumido al país en una profunda consternación. No sólo porque el hecho en sí mismo envuelve una violencia inusitada, digna de mentes criminales que no trepidan en nada para llevar a cabo sus horribles acciones. Pero también porque el malévolo hecho parece haber sido fríamente planeado, destinado a producir temor en la población y ejecutado con motivo del aniversario de la institución Carabineros de Chile. Se ha combinado aquí la maldad violenta, desalmada, digna de bestias sin razón, con una planificación ejecutada racionalmente para lograr un fuerte impacto medial y producir el efecto de significativo temor.
Es lamentable que nuestros niños y jóvenes tengan que sufrir esto, que no es sino una forma cobarde de inducir miedo y de intentar arrastrar al país hacia una lógica de violencia que es repudiable. Se trata de un intento de normalizar la violencia en la sociedad, y de anteponer objetivos puramente terroristas a cualquiera noción siquiera de estabilidad, de convivencia, de ciudadanía. El objetivo de este tipo de acciones es destruir los sentimientos de patria, de sociedad organizada en lo solidario y en la consecución de metas ciudadanas dignas y significativas.
Muchos hablan de motivos reivindicativos para justificar, o al menos entender una acción tan demencial como el acto terrorista vivido en el sur del país. Sin embargo, hay reivindicación cuando se plantean en forma lógica aspiraciones en el marco de las reglas que rigen a la sociedad, y cuando se hace explícito un propósito, un objetivo a lograr con la validez de un diálogo con una sustentación socialmente aceptable. Pero el terrorismo no sigue esta lógica, porque su lucha es contra la sociedad misma, sus reglas, sus equilibrios necesarios y consensuados. El afán terrorista apunta a destruir los valores de una sociedad, promover el puro desorden, el antagonismo entre los actores sociales; no busca un programa en términos de objetivos, no propicia el dialogo, aunque muchas veces se esconde tras seudo justificaciones de causas que se mantienen en el margen de la vida social. El terrorismo no apunta a ningún tipo de reivindicación, se esconde tras el anonimato dejando que muchos otros adivinen el estado de insatisfaccíón que le daría origen. La sociedad tiene la obligación de destruir al terrorismo por sus secuelas terribles en cuanto a la destrucción de valores inherentes a la convivencia social y al acostumbramiento con la violencia.
Aprovecha esta malévola acción perpetrada del ambiente que desafortunadamente se ha instalado en nuestra sociedad: violencia, temor, debilitamiento de las bases para una vida social estable. La delincuencia y el narcotráfico han hecho lo suyo, y han contribuido de manera impensada al terrible desenlace que comienza con este triple asesinato. Hay temor generalizado en la población, y un estado que no cumple satisfactoriamente su misión en cuanto a proveer seguridad, como elemento sustantivo de la libertad, y que no impone justicia con el rigor que debiera, que deja pasar muchas oportunidades para imponer la ley y el orden a toda costa.
Carabineros de Chile está de duelo, y junto con ellos todo el país que ha observado este acto inhumano como una expresión de barbarie injustificable. Muchos se ensañaron contra la fuerza policial que defendió la estabilidad del país amenazada por un golpe marcado por la violencia organizada. Eso le ganó a la institución muchos enemigos, incluyendo aquellos que los descalificaron en forma soez acusándolos de delitos cuando muchas veces se trató sólo del cumplimiento de su deber. Pero la mayoría comprendió que carabineros ejercía su misión más esencial: orden y patria, y que en esa línea debía contar con el mayor respaldo ciudadano. Y todavía los poderes del estado no proporcionan el marco adecuado para instaurar seguridad y orden a todo nivel; todavía resuenan los conceptos de descalificación que emanaron de quienes hoy son autoridades pero que deben asumir que la extensión de sus dichos ha repercutido fuerte entre quienes ejercen la violencia.
Hoy la institución está de luto: tres de sus miembros fueron masacrados cobardemente y todo el país espera que las autoridades reaccionen apropiadamente, para eliminar de raíz el terrorismo que trata de imponerse como lógica. Pero también para destruir esa asociación que se insinúa entre actividad política y la existencia de grupos puramente delictuales con alto poder de fuego y dispuestos a destruir todo a su paso. La libertad es lo que está en juego, más allá de discursos y pancartas, porque sin suficiente seguridad es efectivo que la ciudadanía será siempre reprimida diariamente.
Publicada originalmente en Diario Estrategia.