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Viernes 16 de Agosto de 2024

Decano FACDEH despide a profesor Hugo Llanos Mansilla

Discurso Rafael Pastor Besoain, decano de la Facultad de Derecho y Humanidades, Universidad Central de Chile

La Sobreabundancia del ser: en memoria del profesor Hugo Llanos Mansilla

En representación de la Facultad de Derecho y Humanidades de la Universidad Central de Chile, tengo el enorme privilegio de dirigirme hoy a ustedes para despedir al profesor, colega, doctor Honoris Causa, y amigo Don Hugo Llanos Mansilla. Su partida marca el cierre de una vida dedicada a la excelencia académica y a un inquebrantable compromiso con el Derecho Internacional Público.

Don Hugo dedicó más de cincuenta años a la enseñanza del Derecho Internacional en prestigiosas instituciones como la Universidad Central de Chile, la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Chile, dejando una huella imborrable en todas ellas. Su enfoque innovador y su pasión por el conocimiento lo llevaron a ser pionero en la aplicación del método de casos en la docencia jurídica, una metodología que adoptó tras su paso por la Universidad de Harvard y que, con gran entusiasmo, difundió en diversas instituciones académicas tanto en Chile como en el extranjero. Siempre mostró una inclinación por estar actualizado en temas novedosos como el cambio climático, el género y la inclusión, y los derechos de tercera generación.

Fuera de su labor docente, el Profesor Llanos desempeñó un rol fundamental como Abogado Integrante de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Santiago, donde realizó importantes aportes en la aplicación del derecho internacional de los derechos humanos en la jurisprudencia nacional, destacándose por su valiente defensa de la inaplicabilidad de la Ley de Amnistía. En otro ámbito, como Secretario General de la Comisión Permanente del Pacífico Sur, se dedicó a promover la defensa de los intereses marítimos de la región, y en particular de Chile, redactando numerosos convenios internacionales destinados a proteger el Océano Pacífico de la contaminación. Entre sus contribuciones más notables se encuentra su obra monumental "Teoría y Práctica del Derecho Internacional Público", una serie de cinco tomos que le valió en 1981 el Premio Andrés Bello del Consejo de Rectores, reconociéndola como la mejor obra de Derecho Internacional.

Sin embargo, más allá de su impecable trayectoria profesional y académica, quienes tuvimos el privilegio de conocerlo de cerca sabemos que su mayor legado es el amor que profesó por su familia—su esposa María Antonia Mardones Andrade, y sus cuatro hijos, Bernardita Pía, Hugo Ignacio, Álvaro, y Javier-, como también su pasión por la belleza en numerosas formas.

En don Hugo, el fondo y la forma convergían con una coherencia casi perfecta. Su vocación fue por el conocimiento jurídico, pero también por la belleza, aquella que según Heidegger podría ser entendida como esa sobreabundancia del ser que se revela a través del arte, una manifestación en la que el ser se muestra en su plenitud y verdad, o como Platón, quien expresó que "la belleza es el esplendor de la verdad" y, que la "Belleza es verdad; verdad es belleza. Sólo esto sabrás aquí en la tierra y sólo esto necesitarás saber". Don Hugo y sus actos encarnaron esta sobreabundancia sin duda alguna. Su amor por la ópera, la música clásica, la escultura y la estética son evidencias de aquello, ya que encontraba en estas disciplinas una fuente constante de inspiración. Solía decir que "para trabajar escuchaba a Wagner y para descansar a Puccini".

Por otra parte, este esplendor también fue cobijada en su elegancia personal, que no solo se reflejaba en su impecable vestimenta, con trajes de invierno y verano (especialmente aquellos de lino), corbatas, colleras y en camisas diseñadas a la medida, sino también en su habilidad para habitar y embellecer los espacios que lo rodeaban, incluyendo, por supuesto, la Universidad Central, su hogar académico durante tantos años.

En estos momentos de dolor, es reconfortante recordar a don Hugo Llanos como un gran conversador, siempre dispuesto a escuchar y a compartir su vasta experiencia con profesores, administrativos y estudiantes. Su genuino aprecio por la belleza trascendía las aulas y los tribunales, y creo que él entendió muy bien esa célebre frase de Dostoyevski: "La belleza salvará al mundo" o la Roger Scruton en Why Beauty Matters: "Sostengo que la belleza es un valor real y universal, arraigado en nuestra naturaleza racional, y que el sentido de la belleza juega un papel indispensable en la configuración del mundo de los humanos".

Estoy seguro de que sus legados perdurarán en las generaciones de abogados que formó, en las decisiones judiciales y libros que redactó, y en todos aquellos que tuvimos la fortuna de ser sus colegas y amigos.

A su familia, les extiendo mis más sinceras condolencias. Que su memoria sea una fuente constante de inspiración para todos los que tuvimos la suerte de conocerlo y de compartir con él en el día a día en la Universidad Central de Chile.

Yo por mi parte me despido de don Hugo recurriendo a una cita que me enseño el profesor Ernesto Rodríguez escrita por Melville de su novela Moby Dick:

«Cada vez que puedas, al cuerpo, ostras y champagne, y al alma, luz y espacio, y así tendrás derecho a una gloriosa resurrección, si la hubiere».

Yo sé que usted ahora Don Hugo ya está ejerciendo ese derecho, descansando diáfano lleno de luz y espacio en la gloria de la resurrección. No se preocupe por las ostras y el champagne, nosotros ya vamos a su reencuentro con ellas.

Descansa en paz, querido Maestro y Profesor. Lo extrañaremos mucho.

Rafael Pastor Besoain
Decano
Facultad de Derecho y Humanidades
Universidad Central de Chile