Viernes 18 de Junio de 2021
Regina Donoso, kinesióloga DAVE.
Es una pregunta que frecuentemente escucho de mis pacientes. Si piensas que tienes bruxismo podrías hacerte las siguientes consultas ¿Hace cuánto tiempo se presentó la sintomatología? ¿Aumenta con alguna actividad? ¿Sufro dolor de cabeza al despertar por la mañana? ¿Tuve amigdalitis recurrente cuando niño? ¿Me extirparon las amígdalas por amigdalitis recurrentes durante mi desarrollo?
Es importante realizar estas preguntas básicas antes de hondarse en un tratamiento con estos cuadros clínicos, ya que dependerá del abordaje que le demos a la terapia y de los cambios, en cuanto a estilo de vida, que esté dispuesta a realizar la persona.
Esto principalmente porque al igual que la fibromialgia y el bruxismo representan un misterio en la medicina convencional, tratándose principalmente con fármacos que opacan la sintomatología como la disminución del dolor, dando antinflamatorios y disminución de la actividad muscular entregando relajantes musculares. ¿Pero van al origen de la patología? ¿Logran descubrir el gatillante de por qué una persona es capaz de apretar o rechinar los dientes hasta tal punto de romper una pieza dental o despertar con una jaqueca que quieren volver a dormir, sintiendo que no han tenido un sueño reparador?
Al usar un plano de relajación estamos disminuyendo la sintomatología, pero ¿estamos tratando el origen del trastorno? Es como darle a una mujer toallitas protectoras en caso de micción al estornudar, en vez de realizarle rehabilitación del suelo pélvico.
La medicina convencional define el bruxismo como “un trastorno inconsciente constante, que se conoce como rechinar o apretar los dientes. Es el trastorno más relacionado con el sueño, es difícil de controlar y este se puede producir durante el día o por la noche.”
Según mi experiencia clínica, el bruxismo, mas allá de algo mecánico que se produce al apretar exageradamente los dientes, tiene un factor psicológico asociado a una emoción como: ansiedad, enojo o frustración al no poder cumplir con mis propias expectativas de vida, sobre todo si el paciente se desenvuelve en una gran capital donde la competitividad es alta y el contacto con la naturaleza disminuye, los ruidos ambientales hacen que aumente el estrés, quizás las largas horas en transporte público, el gran tráfico que se está sometido a una gran ciudad o simplemente al estrés que provoca ser alumnos(as) o trabajadores pandémicos, hace que este trastorno aumente en su frecuencia y en su intensidad.
Entonces, cuando me preguntan qué puedo hacer con mi bruxismo, primero pregunto ¿cómo te estas organizando, estás haciendo cosas que te gusten? ¿Tienes tiempo para desenvolverte en otras habilidades personales fuera de tu trabajo o estudio? ¿Tienes tiempo de ocio donde haces volar tu imaginación? ¿Cómo te estas alimentando? ¿Disfrutas de las frutas y verduras que nos entrega las distintas estaciones del año? ¿Eres capaz de mirar por la ventana todas las mañanas? ¿Realizas actividad física que haga que tu cuerpo se sienta vivo? Hay que recordar que la mayoría de las personas que sufren bruxismo presentan trastornos del sueño y éstas a su vez se relacionan con una vida sedentaria.
En resumen, nuestro cuerpo nos habla. Todo el tiempo se trata de comunicar con nosotros, el problema está cuando no escuchamos su cansancio, su frustración y su estrés. Pero no estamos perdidos del todo, debes de a poco y con calma ir cambiando pequeños hábitos, como levantarte temprano, hacer más ejercicio, ojalá por la mañana; alimentarte con más verduras y frutas de la estación, de diferentes colores ya que cada una aporta nutrientes que hace que nos sintamos más felices; aumenta tu ingesta de agua, ten pensamientos y se capaz de trabajar emociones positivas, es importante recordar que todas las emociones liberan mediadores químicos que nos comandan en sentirnos más felices o más estresados.
Por favor regálate un espacio personal donde puedas calmar tu ansiedad y tu mente. Medita, practica alguna disciplina que más te guste, lee y, por sobre todo, trata de ser consciente, trata de darte cuenta en qué momento comienzas apretar los dientes, de esa forma podrás entender la emoción que está vinculada a la acción, podrás trabajarla y evitarás una consulta al odontólogo o a un especialista temporo mandibular, es un trabajo personal y obviamente pide ayuda si así lo requieres.
¡Vamos, nunca es tarde para hacer cambios y aprender nuevas cosas!