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¿Qué busca Bolivia?

Samuel Fernández Illanes Facultad de Derecho, Universidad Central

Imagen foto_00000007El Gobierno boliviano ha incrementado sus permanentes acusaciones a Chile. Por cualquier motivo, por hechos reales o inventados. Han recrudecido durante las últimas semanas, fuere por la presentación de la Réplica en el pleito ante la Corte de La Haya, por el día del mar, por el apresamiento de militares y aduaneros cometiendo delitos en territorio nacional, la impedida visita de un Ministro que nos insultó, o por una bandera colocada en un terreno adquirido por Bolivia, sin ser sede consular. Toda reacción nuestra ha sido acompañada de descalificaciones, opiniones sobre asuntos chilenos, o tergiversaciones de todo tipo. Nada es casual ni producto de una molestia puntual. Todo parece estar perfectamente orquestado y obedecer a un plan maestro que ahora constituye el objetivo principal de su política exterior, y que prevé nuestras reacciones que no logran contrarrestarlo.

Cabe preguntarse por sus objetivos y porqué. No hay relaciones y las diferencias son evidentes, por algo están los procesos ante la Corte. Nunca han sido buenas, salvo por muy cortos períodos que Bolivia siempre ha cortado unilateralmente. Hasta comprensible según sus circunstancias. Sin embargo ahora y desde hace un tiempo, han aumentado en frecuencia e intensidad. Entre las posibilidades más evidentes está el rodear los casos ante el Tribunal de un ambiente preciso, presionar a la Corte antes que sentencie, mostrando a Chile como hostil y dispuesto a rechazar cualquier fallo que pudiere favorecerles, o si no obtuvieran todo lo demandado, proseguir con las controversias victimizándose.


En caso que lograran obligarnos a negociar el acceso soberano al Pacífico, como la Corte ya acordó no imponer resultados ni modificar el Tratado de Límites, anticipan que Chile pueda no ceder nada en tal negociación y la controversia se mantenga, para insistir en otros procedimientos, apoyo de países afines, o ante organismos internacionales, acusándonos de actuar tal y como han advertido en las acusaciones que oportunamente formularon. Es decir, un país belicoso e intransigente, que no está dispuesto a solucionar pacíficamente sus diferendos. Un agresor que viola el derecho internacional y que merece ser sancionado. No son momentos de enojo pasajero. Obedecen a una peligrosa planificación determinada.