Por las psicólogas Pamela Pavat y Constanze Ihl
La ansiedad es una emoción que surge como alerta frente a una situación que percibimos como amenazante y que, aunque no lo parezca, aparece para protegernos. Constantemente se difunden noticias, en televisión, en redes sociales y otros medios, que ponen a prueba nuestra sensación de seguridad. Así también, cada cierto tiempo, le ocurren experiencias a personas de nuestro mismo entorno, que pueden dejarnos con sensación de mayor alerta.
Esta emoción, como varias otras, puede sentirse algo incómoda. Esto particularmente ocurre cuando no entendemos bien lo que nos sucede, ya que se experimenta un descontrol de las reacciones del cuerpo y la mente. Lo interesante es que son reacciones instintivas y adaptativas, que la humanidad ha ido aprendiendo desde el inicio de los tiempos, y ha logrado transmitir experiencias de generación en generación, que hoy nos permiten tomar una rápida decisión frente a una percepción de peligro; respecto a si paralizarnos, huir, o defendernos. Por ello es tan importante evitar invalidarla, ya que tendemos a verla como una sensación que debemos eliminar lo más rápido posible.
Al experimentar ansiedad, la primera recomendación es identificar las señales en nuestro cuerpo. Esto nos va a permitir aprender estrategias que nos ayuden a disminuir la hiperactivación que podemos experimentar. Nos referimos a todo eso que nos pasa en una situación percibida como peligrosa; agitación al respirar, aceleración del corazón, sudoración de las manos, dolor estomacal, tensión muscular, entre otras.
Es importante considerar que mientras más importancia pongamos a la sensación física, el malestar posiblemente sólo siga creciendo, convirtiéndose en un efecto de bola de nieve. Tomar agua helada, mojarse la cara y las manos, el interior de los codos o los lugares donde buscaríamos bajar la temperatura en un día de mucho calor, ayuda a disminuir la hiperactivación del cuerpo, brindando una percepción de calma. Respirar hondo y despacio ayuda a desacelerar la respiración y en consecuencia regula el funcionamiento cardiaco. Prueba inspirar por la nariz lo más hondo que puedas durante 4 segundos, retén ese aire en tus pulmones otros 4 segundos, y luego bota el aire lentamente por la boca, también durante 4 segundos. Es importante que cuentes mentalmente, ya que el centrarse en los números también aporta a que nuestros pensamientos se enfoquen en algo diferente de la sensación incómoda.
Una vez que ya puedas recuperar el aliento y tu pensamiento esté un poco más claro, es importante pedir ayuda a tus redes, a conocidos o incluso personas que se encuentren cerca tuyo y que no necesariamente conozcas, pero que te den seguridad. Es importante que luego de experimentar una vivencia que pudo haber puesto en riesgo tu vida o tu integridad física, sepas y que sientas que no estás solo/a, ya que eso podría aumentar la sensación de perder el control e inseguridad.
Pedir ayuda implica valentía y autoconciencia. Asumir que hay ciertas cosas que no podemos controlar por nosotros mismos/as, es necesario y adaptativo, para que te lo permitas siempre que lo necesites.
Si podemos ayudarte, te dejamos los links para solicitar cita en nuestros programas:
Programa de orientación psicológica
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