Ps. Alejandra Zuleta Castro
Probablemente nunca se esté lo suficientemente preparado para asumir lo que implica tener la responsabilidad del cuidado y crianza de un/a hijo/a. Sin embargo, hay ciertos factores que influyen en cómo una persona pueda vivenciar y asimilar esta experiencia; por ejemplo, si ocurre de manera planificada o no, la edad al momento de ejercer este rol, la etapa de vida en la cual se encuentra, vivir el proceso de manera solitaria o en pareja, si se cuenta con redes de apoyo y contención y la situación socioeconómica.
En el caso universitario, la experiencia de maternidad o paternidad se da en una etapa crucial de la vida, en una adultez emergente caracterizada por transiciones y cambios, donde se dan dos procesos fundamentales: el desarrollo de la autonomía y de las relaciones interpersonales. Podemos encontrar jóvenes enfocados en culminar la etapa universitaria para independizarse de su familia de origen o que se proyectan realizando estudios de posgrado fuera del país, entre otros motivos, los que son señales de una consciencia de que ahora «soy yo» quien gestiona el propio desarrollo y bienestar futuro. Por otro lado, en esta etapa tienden a surgir también experiencias de pareja más significativas, así como un mundo social por explorar. Hay que considerar, también, el caso de quienes entran a estudiar en una etapa más adulta y que ya han sido padres o madres, debido a que de igual forma se presentan desafíos, sobre todo en torno a la administración del tiempo, más aún en casos donde no exista apoyo suficiente de parte del contexto.
Sin duda esta experiencia implica un cambio abrupto en la realidad inmediata de la persona y en su proyecto de vida. En este sentido, la forma como asimile y se adapte a este nuevo escenario tendrá importantes repercusiones en la salud mental. El estrés y la ansiedad son expresiones emocionales recurrentes en la experiencia de maternidad y paternidad, surgiendo como respuesta no solamente ante el deber de enfrentar las obligaciones y responsabilidades del área académica, laboral, personal y de pareja; sino también los aspectos propios de los cuidados y crianza del hijo/a. Es decir, trae consigo la adopción y adaptación a nuevos y múltiples roles que complejizan la finalización exitosa de los estudios superiores, situación que puede generar sentimientos de frustración al visualizar el proyecto de vida alterado o postergado.
¿Qué podemos hacer para integrar esta experiencia de mejor manera siendo estudiantes?
Existen factores protectores con los que cuenta cada madre y padre para afrontar esta vivencia de una forma más favorable en su vida, los que se relacionan con el apoyo emocional, familiar y social con que se cuente.
Dado el impacto que genera esta experiencia en la vida, es relevante que cada padre y madre —particularmente en la etapa de gestación y primeros años de vida del hijo/a— tenga el espacio emocional de ser escuchado, contenido y orientado. Que pueda expresar, por ejemplo, dudas asociadas a cómo está ejerciendo la crianza, manifestar temores, frustraciones y preocupaciones que lo pueden estar agobiando. Las familias cumplen un rol fundamental y hay que activarlas comunicando y explicitando la necesidad de ayuda. Las amistades también son muy importantes, por lo que, dentro de lo posible, se debe seguir compartiendo con pares. No saltarse la etapa de ser estudiante y las experiencias asociadas. Si lo anterior no está presente, es vital buscar apoyo externo con profesionales del área de salud mental.
Otro aspecto importante a mencionar es la organización del tiempo en tres grandes ámbitos; los que, si se logran equilibrar, facilitan una mejor calidad de vida. El primero es el académico, que implica planificación y estrategias que permitan cumplir con los deberes estudiantiles (evaluaciones, trabajos, horas de estudio, internado/práctica, tesis, etc.), así como también lograr destinar tiempo a otras actividades necesarias en la vida. El segundo ámbito es el personal y tiene que ver con mantener una vida social activa, como reunirse y compartir con amigos, dejar espacios exclusivos para disfrutar en pareja, disfrutar hobbies, deporte, etc. Y un último aspecto es el ser madre o padre, rol en el que es importante normalizar y aceptar la aparición de sentimientos y conductas que afectan la organización del tiempo en general; como el cansancio físico y mental, el estar siempre justo de tiempos, sentir que nada se está haciendo bien, sino a medias, tener dificultad para destinar tiempo de calidad con el/la hijo/a por sobre otras responsabilidades, entre otros. Es vital recordar que este rol coexiste con otros, que también son importantes y fundamentales para mantener un autocuidado.
Puede ser de gran ayuda informar a la carrera/escuela de la condición de padre/madre, para que en caso de presentar alguna dificultad que afecte la asistencia u otro aspecto académico, se pueda tomar alguna medida de apoyo.
Finalmente, un tema importante a considerar es que, en nuestra cultura, la experiencia de maternidad y paternidad aún se manifiesta con diferencias de género, donde el rol y responsabilidad respecto a los cuidados y crianza del/la hija/o, en algunos casos, puede recaer más en uno que en otro, generando un impacto en la calidad de vida y salud mental de quien se vea más afectado/a. Si bien el ideal es que el ejercicio de este rol involucre a ambas partes de manera equitativa, la realidad puede ser distinta. Frente a ello, una alternativa de abordaje —en caso de estar en pareja— es fomentar conductas que propicien la responsabilidad personal de quien no está asumiendo como se requiere; por ejemplo, a través del establecimiento de acuerdos y compromisos y plantear las necesidades de manera asertiva. Y en el caso de que esta crianza no sea compartida, buscar otras instancias de apoyo (familiar, social y/o profesional) para que la experiencia pueda ser vivida e integrada de mejor manera.