Por las psicólogas Suilan Chia y Constanze Ihl
Mucho hemos escuchado sobre lo importante que es poner límites, pero ¿qué son? Cuando hablamos de límites psicológicos, nos referimos a la frontera necesaria para delimitar el espacio físico y emocional de uno/a como persona. Implica reconocer que somos humanos/as y que, como tal, nos afectamos por situaciones que nos desgastan, agotan o desregulan emocionalmente, sensaciones que experimentamos en base a nuestra propia historia y vivencias. Por esta razón es normal que a veces no queramos o no podamos responsabilizarnos por otros/as. Desde allí es importante tener presente que la principal responsabilidad consiste en atender a nuestras propias emociones, pensamientos, acciones, errores y posibles consecuencias.
Puede ser difícil empezar a establecer límites. Desde lo cultural, está la idea de que para ser una buena persona hay que estar dispuesto a entregar todo por los demás. Por ende, para lograr fortalecer la autoestima y sentirse bien con uno mismo/a y los demás, se tienden a transgredir estos límites. Otra razón que explica la dificultad para establecerlos, es la falta de autoconocimiento, manifestándose en la dificultad para diferenciar quién es uno/a respecto a los demás, y cuáles son las propias necesidades y limitaciones.
Aprender a decir que no genuinamente, si uno no puede o no quiere hacer algo, es entonces un desafío importante. Pues además de lo anterior, nos enfrenta a tener que usar la asertividad para demarcar un límite, sin transgredir. Puede surgir miedo a que la otra persona pueda molestarse, reaccionar con agresividad o tomar distancia. Nos enfrenta a la posibilidad de que pueda haber un conflicto y a tener que tolerar la reacción del otro, al mismo tiempo de tener que sostener nuestras necesidades y gestionar nuestras propias emociones. Todo ello puede percibirse como un proceso bastante exigente o cansador. Sin embargo, si lo que nos interesa es cuidarnos, vale la pena pasar por este proceso, de manera de comenzar a establecer límites que sean sanos para nuestra vida. Un límite sano se reconoce en la capacidad de valorar las propias opiniones y de decidir cuánta información personal se quiere entregar a un otro/a (sin obligarse a tener que informar todo de sí). Junto a ello, se reconoce en aprender a conocer y a comunicar nuestras propias necesidades y deseos, logrando pedir ayuda cuando se requiere.
Aprender a reconocer hasta dónde podemos y queremos priorizar nuestras necesidades o las de otros, es un acto de cuidado personal. Para ello recomendamos en primer lugar, hacernos la pregunta de qué desventajas tiene el no poner límites. En contraparte, identificar qué beneficios podríamos obtener si los pusiéramos. Si no tenemos claro el aporte de los límites para nuestro bienestar personal, es difícil poder establecerlos. En general, cuando analizamos esos beneficios suele aparecer la posibilidad de conocernos mejor, y que los otros también nos conozcan realmente, logrando con ello alcanzar la sensación de congruencia interna y de autenticidad. Esto permite regular mejor nuestros propios estados emocionales, mejorar la autoestima y la comunicación con otras personas al ser más honesto/a y con ello, contribuir a mejorar la calidad de nuestras relaciones.
En segundo lugar, es importante preparar las acciones necesarias para poner límites. Sirve por ejemplo hacerse las siguientes preguntas; ¿Qué podríamos hacer en esa situación para poner límites? o ¿Cómo podríamos hacerlo?. Junto a ello identificar las posibles barreras para poder prepararse, como; ¿Qué podría suceder si lo hacemos?, ¿Qué nos lo impide? ¿Cuál podría ser un posible obstáculo?. Y finalmente volver a preguntarnos ¿Si pusiera ese límite, qué beneficios tendría?.
En tercer lugar, poner las acciones en conjunto para poder poner el límite. Es importante que consideremos expresar nuestras necesidades de manera clara, directa y asertiva. Que llevemos a cabo la acción concordante con ello y que seamos congruentes, evitando contradicciones o ambivalencias. Es relevante que nos mantengamos firmes y focalicemos en lo que queremos lograr. Y sobre todo, una de las cosas que puede ser más difícil, es soportar la culpa y el malestar inicial, pues ¡no estamos acostumbrados!.
Finalmente, tener presente que poner límites es una tarea de desarrollo personal compleja, pues no es algo que se pueda hacer de un día para otro cuando hemos estado mucho tiempo sin haberlos puesto. Es bueno ir de a poco, siendo constantes y perseverantes, repitiendo y reforzando con nosotros mismos/as y con las demás personas, cuantas veces sea necesario. Y si no podemos ponerlos, no tomarlos como un error o fallo, sino reflexionar e identificar lo que no nos permitió hacerlo, además de preguntarnos qué pudimos haber hecho diferente, qué beneficios hubiese tenido para nosotros haberlo hecho y cómo la próxima vez podríamos poner aquel límite.
Te invitamos entonces a reflexionar si estás logrando priorizarte y poner los límites que deseas en tu vida. Si hay ámbitos en los cuales aún te esté costando, trata de identificar qué temes que pueda suceder si los pones. Para finalmente, de forma progresiva, ir poniendo los límites necesarios para tu autocuidado.
Recuerda además que en la DAVE cuentas con el programa de orientación psicológica y el programa terapia complementaria con Flores de Bach, donde podemos apoyarte con esta u otras problemáticas que te estén afectando.