Por la psicóloga Daniela Leiva Solís
Los seres humanos estamos diseñados biológicamente para mantenernos vivos, y todo nuestro organismo está preparado para la supervivencia. Entonces ¿por qué hay personas que piensan o deciden quitarse la vida? Para esta pregunta no existe una sola respuesta, ya que el suicidio y la ideación suicida tienen múltiples causas y factores; permeados por el contexto, relaciones afectivas/sociales, factores económicos, personales, entre muchas otras variables. Es por ello que se vuelve complejo a veces, para quienes no lo han experimentado, comprender este fenómeno y los motivos que llevan a una persona a tomar esta decisión. Lo que sí está claro, es que detrás de ello siempre hay un gran sufrimiento a nivel psicoemocional y una abrumadora sensación de soledad, siendo común en quienes tienen estos pensamientos el que se perciban “sin salida” y se sientan desprovistos/as de redes de apoyo, aun cuando tienen personas que los estiman a su alrededor. Es decir, con la presencia de ciertos elementos contextuales e individuales, se puede llegar a un sufrimiento psíquico tan grande, que nuestra biología no logra competir contra tanto dolor.
Los factores de riesgo del suicidio más frecuentes son: el tener intentos de suicidio previos, infringirse autolesiones, algún trastorno de salud mental o antecedentes familiares de ello, escasa red de apoyo, problemas económicos, eventos familiares adversos, antecedentes de abuso sexual, bullying, consumo problemático de alcohol y drogas, entre otros. No quiere decir que por experimentar alguna de estas problemáticas sea obligatorio que ocurra, pero sí son situaciones que se deben atender por la incidencia que han tenido estadísticamente en que así sea.
Suele ocurrir, que quienes tienen ideas suicidas no lo comentan con nadie, debido a lo disruptivo que esto puede llegar a ser, o incluso por pensar que “a nadie le importaría”. Por ello, es importante atender a ciertas señales que pueden ser indicadores (sobre todo si hay factores de riesgo asociados): como cambios en el comportamiento (aislamiento, irritabilidad, desanimo, apariencia física descuidada), cambios en los hábitos de sueño o de alimentación notorios, disminución del rendimiento académico y habilidades para interactuar, incremento en el consumo de alcohol o drogas, actos de despedida, búsqueda de medios para cometer el suicidio o conductas autolesivas. Aunque también se da el caso de que quien desea hacerlo lo comunica directamente y es una señal que hay que atender, aunque parezca lógico remarcar, ya que existe el mito de que “quien quiere suicidarse no lo dirá”, cosa que no es cierta. En ambos casos siempre será efectivo hablar al respecto y no ocultar la información, ya que una intervención en estos momentos puede hacer la diferencia. Sin embargo, no es fácil hablar sobre esto y es natural que no todos sepan manejarlo, por ello es importante considerar cuando se toque el tema:
Lo más importante es escuchar y validar la emoción, brindar compañía y asesorar a la persona para que tenga apoyo profesional lo antes posible. Es válido también no sentirse capacitado para contener a una persona que experimenta un riesgo suicida, y en este caso existen líneas gratuitas dedicadas a la intervención en crisis donde darán apoyo próximo y probablemente deriven a ayuda profesional especializada en su centro de salud para iniciar un proceso terapéutico:
Si una persona realiza un intento de atentar contra su vida, se le debe trasladar al centro de urgencia más cercano para que atiendan la crisis de salud y consecuencias del acto. Desde ahí, lo más probable es que se deje indicado psicoterapia y atención con psiquiatra o internación en caso de ser muy grave. Es fundamental, que después de ello se atienda la problemática de salud mental y se entregue un acompañamiento profesional adecuado. En la Región Metropolitana, estos son los lugares de atención de urgencia presencial del sector público.
En el escenario que un suicidio logre consumarse, además de la pérdida irreparable que esto significa, el duelo que vive el entorno es mucho más complejo que con otros tipos de pérdida, por ello es importante recibir acompañamiento especializado para elaborar este suceso. Existen apoyos gratuitos para ello, como el Grupo de Ayuda Mutua de la Fundación Miranos, y la Fundación José Ignacio, para sobrevivientes de una pérdida por suicidio.
No es sencillo abordar estos temas tan difíciles, pero hablar de ello es fundamental, sobre todo si hay factores de riesgo asociados y vemos cambios conductuales importantes. Y más aún, si alguien manifiesta directamente desear “dejar de existir” o alude a frases como “todo estaría mejor sin mi”. Siempre se debe tomar en cuenta y no se debe bajar el perfil a la situación ni la emoción de quien manifiesta un alto nivel de sufrimiento. Es posible evitar la conducta suicida con el apoyo adecuado, por ello buscar asesoría profesional lo antes posible es primordial, lo mismo en el caso de familiares o amigos que hayan vivenciado la lamentable pérdida de un ser querido por este tipo de conducta, ya que el proceso de duelo tiende a ser más complejo.