Ps. Suilan Chia Covarrubias
Las ciberfunas son un fenómeno social complejo y relativamente reciente, que hace referencia a un método de denuncia de comunicación digital, donde de manera pública y explícita se le atribuye a una persona el rol de acusado/a, y por medio de un relato explica un suceso, pudiendo ser acompañado por imágenes, vídeos, conversaciones u otro elemento audiovisual. Han surgido con una finalidad de reparación para quienes tuvieron que sufrir las consecuencias del actuar de la/el denunciada/o; viralizar para alertar y prevenir a otras personas; conseguir que la sociedad ejerza una sanción, castigo o rechazo colectivo; y pretende subsanar la falta de enjuiciamiento de estas situaciones.
En el mundo actual, donde todos estamos conectados mediante las plataformas digitales, constantemente estamos recibiendo información, que a veces asumimos como una verdad absoluta y que incluso podemos compartir sin mayores cuestionamientos. El problema es que muestra una parte de algunos hechos o vivencias, y que con la intención y creencia de que estamos ayudando, no reflexionamos sobre su veracidad y las consecuencias que conlleva su difusión para todas las personas involucradas.
Las consecuencias de la ciberfuna son amplias, y tienen una doble cara tanto para la persona acusada y la persona que acusa. Para la persona acusada existe un daño que puede ir desde el ámbito personal, hasta económico y legal. Al ser expuesta socialmente hay una exclusión que repercute, por ejemplo, en mantener continuidad de estudios, poder acceder o mantener un trabajo, y referente a redes de contacto, estas también se pueden ver seriamente afectadas, tanto en su establecimiento como permanencia. También existe un daño psicológico, donde la vergüenza provocada y el temor al juicio social puede causar un impacto tan grande que incluso lleve a una decisión tan radical como el suicidio. Estas acusaciones no solo traen consecuencias a la persona acusada, sino también a su familia y el círculo cercano, que generalmente no están implicados en los hechos y, sin embargo, quedan expuestos de igual forma a amenazas, consecuencias económicas, además de pérdidas afectivas y relacionales. En este contexto puede ocurrir también que una situación grave no quede denunciada por la vía legal, instancia esencial y fundamental para este tipo de hechos, pues permite una investigación formal y una potencial sentencia, en el caso de comprobarse el delito. Este proceso legal, dependiendo del caso, tiene la potestad de referir a un proceso de reeducación y reinserción, lo cual se vería entorpecido por una ciberfuna/viralización, en donde no se entrega información de estos procesos. Finalmente, si la denuncia resulta ser falsa, estaríamos en presencia del delito de difamación, con consecuencias psicológicas, económicas y sociales de gran magnitud para la persona acusada, en la que quienes contribuyen a la difamación también se exponen a ser denunciadas.
La persona que acusa también puede experimentar consecuencias negativas, ya que en la viralización se expone a quedar bajo una mirada colectiva y pueden existir comentarios, rumores y enjuiciamientos en su contra. A su vez, y paradójicamente, quien efectúa la ciberfuna puede convertirse en agresor/a por las publicaciones y difamaciones contra la otra persona. Esto se vuelve relevante sobre todo cuando la acusación es falsa, y puede terminar en acciones legales por parte de la persona difamada, al igual que una sanción pública. Finalmente para quien expone su vivencia puede generar un proceso de revictimización, ya que no solo escribir puede revivir el malestar, sino que el hecho de que el relato se mantenga en la huella digital permanente de internet, disponible 24/7, y que la gente comente al respecto reiteradamente, puede generar que la persona reviva los eventos traumáticos.
La única forma de detener este círculo vicioso es hacernos cargo de lo que uno/a mismo/a hace al respecto. Por ello se vuelve esencial que nos tomemos unos minutos para reflexionar sobre lo que compartimos y reposteamos en redes sociales, pues un click no cuesta nada, pero su impacto puede ser una huella indeleble.