Ps. Daniela Leiva
Tomar la decisión de estudiar una carrera que para algunas personas “define el futuro” no es una tarea sencilla, y en algunos casos se elige contra el tiempo; en el último año escolar o incluso meses o semanas antes de postular. Por lo mismo, no siempre hay seguridad respecto de la decisión y se va viendo en la marcha si era o no lo que pensábamos. Hay quienes lo tienen muy claro desde el colegio o liceo, pero no siempre es el caso y si llega a pasar que no fuese lo que se imaginaba se puede entrar en un estado de frustración y desmotivación importante. Por otro lado, puede ocurrir que se postule a algo sin muchas expectativas y que termine siendo una carrera que nos agrade y resulte cómoda. Si no fuera ese el caso, te puede interesar esta columna.
La presión respecto de qué carrera elegir es importante y se va haciendo más intensa a medida que se acerca el momento de dar la prueba de acceso a la educación superior. La familia a veces influye en las decisiones personales, lo que podría llevar a no considerar los gustos o deseos personales por temor a defraudar o incluso a que se resistan a financiar la carrera. También puede ocurrir que no nos sintamos aptos/as para alguna profesión en particular, o que no tengamos claridad de nuestra habilidades para elegir algo relacionado a ello. Es decir, por una parte el definir qué estudiar tiene implícitos factores tanto personales como del entorno. Requerimos de cierto grado de autoconocimiento y también apoyo de personas significativas, con el fin de dar espacio a esta elección sin presiones ni influencias que generen dudas respecto de ello. La deserción es muy común cuando se escoge una carrera por presiones externas, ya que con el paso del tiempo se hace insostenible el permanecer con altos niveles de desmotivación.
El factor económico es otro de los motivos por los que muchas veces no se elige la carrera más anhelada, ya que se teme no lograr una buena remuneración o también a encontrar dificultades para conseguir trabajo luego de egresar. Por ello, también puede suceder que por más que el factor económico sea propicio, los contenidos y el ejercicio de la carrera no generen un nivel de satisfacción que permita estar felices con lo que estudiamos, situación que también puede llevar a la deserción o malestar psicológico importante.
También puede ocurrir que inicialmente pensemos que una carrera es la mejor opción y estudiando nos damos cuenta de que realmente no es de nuestro agrado, ya sea por los contenidos, el ambiente, el campo laboral, etc. En estos casos, se vuelve complejo también el revaluar nuevos caminos, ya que además de la desilusión respecto de la elección tomada, se debe replantear nuevamente la búsqueda, cosa que también puede desincentivar e incluso generar angustia, particularmente en los casos en que esta decisión genere reacciones negativas de parte de la familia o entorno cercano.
Si sientes que algo de esto te está ocurriendo y percibes malestar en tu salud mental, es importante considerar lo siguiente:
La carrera no siempre define el área laboral que desempeñemos: Si bien los estudios abren puertas al mundo del trabajo, no necesariamente lo que estudies definirá el área en la que te desempeñes. Muchas veces nos cerramos a pensar que el campo laboral de una carrera es acotado, sin embargo, investigar respecto de ello puede permitirnos comprender lo que estamos estudiando desde otra perspectiva. Por ejemplo, podrías estar estudiando psicología clínica y no querer ejercer como tal. En este caso, luego de estudiar puedes optar a otros campos como el laboral, escolar, deportivo, el área de investigación, trabajo administrativo, etc. Entonces respecto de ello, no haría falta un cambio de carrera si esas otras áreas te parecieran atractivas. Lo mismo se puede plantear respecto de otras carreras y quizá allí encuentres algo que desconocías y que te motive mucho más.
Puedes decidir cambiarte de carrera: Es esperable un gran temor al darnos cuenta de que lo que elegimos no era lo que esperábamos o darnos cuenta que no nos gusta. En estos casos, plantear un cambio no es una opción descabellada, ya que debemos pensar que lo que estudiemos nos abrirá puertas dentro de un área relacionada a lo que elegimos, y si no nos agrada proyectarnos en ello puede resultar desmotivante y gatillar problemas de salud mental. Más que considerar ‘los años perdidos’, hay que evaluar el futuro y los años en que vamos a ejercer, que sin duda son muchos más y más importantes.
Darse un tiempo sabático: A veces el apresurarnos a elegir nos lleva a tomar una decisión poco acertada o no relacionada a lo que realmente deseamos. En el caso de que esto ocurra, y que tampoco tengamos claridad de lo que queremos hacer, una opción es darse un año de reflexión e investigación respecto de lo que nos gustaría elegir. En este periodo puedes visitar universidades, revisar las mallas, asistir de oyente a algunas clases, buscar material, etc. Además se puede aprovechar de trabajar o conocer otras alternativas que te puedan llevar a una elección mucho más pensada y que sientas que es la más adecuada para tus intereses y proyecciones futuras.
Lo importante de esto, es comprender que hay alternativas y que se debe poner atención al momento en que sentimos que la carrera no es lo que esperábamos, ya que puede repercutir de forma importante en tu salud mental y tu futuro. Si te sientes en una crisis vocacional o te identificas con alguna de estas situaciones, no dudes en contactar al programa de orientación psicológica de la DAVE.