Ps. Daniela Leiva Solís
Fin de año suele ser un tiempo reflexivo, de balances y cuestionamientos. Es el momento del año en que se propicia el análisis de todo aquello que esperaba conseguir, o quizá de lo que ya no está. También se da el espacio para pensar en metas y objetivos para el año que viene, y si bien esto podría movilizar a la acción, la idea es no ser muy estrictos(as) al evaluar ese desempeño, idealmente teniendo expectativas lo más realista posibles. Es positivo proyectar y revisar ciertos aspectos relacionados a la forma en que se está llevando la vida, pero no con el fin de castigarnos por lo que no resulte, sino más bien como ejercicio de autoconocimiento y reconocimiento de todo aquello que potencia, o podría llegar a beneficiar al bienestar personal.
Es importante definir con qué objetivo y de qué manera se hace este balance, ya que es pertinente considerar si, por ejemplo, se tenía un plan y pasó algo imprevisto que no permitió que resultara. Si esto ocurre, no podríamos evaluar que “fracasamos” ya que más allá de lo previsto siempre hay circunstancias en la vida que no dependen de nosotros. Entender que eso está fuera del margen de control es lo más sano. Por lo mismo, es de suma relevancia que se considere la flexibilidad dentro de estas metas, y si bien quizá no logremos del todo el objetivo planteado, se puede hacer el análisis de qué tan cerca estuvimos de conseguirlo. Una estrategia puede ser evaluar en base a porcentajes; si no lo logramos al cien por ciento, cuánto porcentaje sí fue alcanzado, qué faltaría para lograrlo y pensarlo como meta u objetivo para el año siguiente. La idea es no desertar de lo que deseamos conseguir si hubo dificultades, sino más bien desarrollar la motivación suficiente para seguir desafiándonos.
Al momento de revisar los objetivos planteados para el año, también es necesario mostrar compasión si es que no pudimos cumplir algo de lo previsto. En estos casos, y sobre todo si tendemos a castigarnos o sentir que “no dimos lo suficiente”, es útil vernos como si fuésemos una persona conocida o un amigo o amiga a quien queremos, para evitar pensarnos desde el reproche, sino más bien desde la comprensión amorosa de nuestras experiencias. Si un amigo o amiga no logra lo que se propuso, es difícil que seamos crueles o despiadados(as) con frases como: “viste?, nunca vas a lograr nada” “eres un(a) floja(o)”, “te falta voluntad”. Por lo mismo, es un sano ejercicio el vernos de esa forma, para evitar tratarnos de manera agresiva, lo que incluso podría desmotivarnos al punto de no definir ningún desafío para años venideros.
Adicional a evaluar en cuanto a porcentajes y de manera compasiva, también es relevante considerar qué tan realistas fueron las metas propuestas, ya que es un factor que influye en la evaluación de resultados; revisar si un año era tiempo suficiente para esa meta y también los factores que pudieron ocurrir y que no tuvieron que ver con el propio desempeño. La idea es que el objetivo trace un plan de acción, considerando que a veces, para llegar a una meta, hay que ir estableciendo pequeños objetivos que nos encaminen y poder ir reevaluando paso a paso. Es positivo entonces, establecer metas para movilizarnos desde la motivación de alcanzar estos desafíos. El aprendizaje y los cambios muchas veces conllevan caídas, y es bueno tomarlo en cuenta al momento de hacer esta evaluación anual, tan común en estas fechas.