Con la llegada de marzo se inician los programas académicos tanto escolares como universitarios. Se plasman no solo expectativas temporales respecto del periodo, también emocionales. Cada familia "confía" que, en este año, quien es partícipe del proceso enseñanza-aprendizaje será una mejor persona, aprenderá nuevas perspectivas, incorporará nuevas herramientas para enfrentar el mundo, saldrá mejor preparado/da para la cotidianeidad.
La reflexión es, ¿será posible alcanzar dicha meta con los actuales contenidos curriculares en nuestras aulas?
Ningún tipo de "revolución" suscitada en América Latina - Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Perú - ha sido, ni será eficiente hasta que no se descolonice todo el curriculum escolar. Entendiendo que la verdadera revolución no se consolida solo en lo material, implica un cambio en la estructura del pensamiento y la forma en cómo lo transmitimos.
Descolonizar culturalmente implica re pensar nuestra historia, dejar de borrar nuestra cultura del tiempo. No fuimos descubiertos por Colón, existíamos a la par con el mundo moderno; re significar, visibilizar y dignificar nuestras tradiciones y costumbres. Situarnos en el centro de la reflexión epistemológica. Sin negar el mundo "Moderno", dándole un espacio y/o lugar contextual secundario, no el centro de nuestra historia (Eurocentrismo).
El desafío es embarcarse hacia ese rumbo. Nuestra enseñanza es y se ha basado en ser colonia en constante invasión. Invasión del retail, las tarjetas de crédito, la tecnología, la estética y moda, los programas académicos del "1° mundo", la banca, el conocimiento moderno, etc.
Los llamados a generar dicha revolución cultural son y serán siempre los educadores/as valientes, comprometidos/as, poco valorados/as, quienes saliendo de la zona de confort re formulan el lugar y estatus de nuestro territorio y tradiciones. Muchas veces sin voluntades políticas que ayuden a dicho proceso; por ignorancia, incompetencia o intereses creados para mantener el estatus quo.
Aun así, es el aula el espacio vivo donde cada uno/a de nuestros/as educadores/as hace vivo el cambio; posibilitan y materializan la verdadera Revolución, cotidiana, simbólica, material y significativa.