Por: Cynthia Rojas Muñoz. Académica de Kinesiología, Universidad Central
La prematurez ha sido definida por la Organización Mundial de la Salud como el nacimiento que ocurre antes de las 37 semanas de gestación (OMS, 2010). Cada año nacen alrededor de 15 millones de niños/as bajo esta condición, cifra que continúa en aumento debido a los avances médicos y técnicos para su sobrevida (Blencowe, 2012), así como también la incorporación del equipo transdisciplinario como parte del manejo integral del prematuro (Revista Chilena de Pediatría, 2023). En Chile, el 1,4% de los nacimientos ocurre antes de las 32 semanas de gestación (Minsal, 2022), lo que implica mayor riesgo de mortalidad, morbilidad, y la eventual aparición de secuelas neurosensoriales. De esta forma, la atención oportuna del neonato prematuro es un pilar dentro de la salud pública nacional, lo cual contempla una intervención integral y transdisciplinaria que promueva el vínculo con la madre y el abordaje de las complicaciones asociadas al adelanto del nacimiento.
El kinesiólogo/a juega un rol importante en el control de afecciones pulmonares altamente prevalentes en esta población, como consecuencia de la enfermedad de membrana hialina o displasia broncopulmonar. Esto ocurre debido a la inmadurez de los sistemas reguladores de la respiración y de los pulmones del recién nacido, los cuales son incapaces de llevar a cabo un adecuado intercambio gaseoso de forma autónoma, ya que la producción del surfactante pulmonar (que evita su colapso) es escasa o nula. Además, la inmadurez del sistema inmune y la alteración del batimiento ciliar los hace más vulnerables a infecciones respiratorias graves, pudiendo tener consecuencias a largo plazo sobre la función pulmonar (Greenough et al., 2005). De esta manera, la participación del kinesiólogo/a a través de la aplicación de técnicas kinésicas respiratorias como complemento a las intervenciones netamente médicas, y el empleo de sistemas de soporte ventilatorio, se han mostrado eficaces en la mejora de la función pulmonar y en la prevención de mayores complicaciones respiratorias a largo plazo (Bertelle et al., 2007).
Por otro lado, la hipoxemia crónica y la subsecuente disminución en el aporte de oxígeno hacia los tejidos corporales (hipoxia), puede afectar el desarrollo neurológico del prematuro provocando déficits cognitivos y motores que pudieran extenderse hasta la adultez. Los bebés prematuros pueden presentar una alteración en el tono muscular y un enlentecimiento en la adquisición de los hitos motores propios de su desarrollo sensoriomotor típico, lo cual releva la importancia de la intervención kinesiológica temprana enfocada en la alineación y posicionamiento del recién nacido, y la posterior estimulación que favorezca un desarrollo típico y su independencia motriz.
Los prematuros requieren un seguimiento transdisciplinario exhaustivo a largo plazo especialmente durante la infancia, favoreciendo el alcance de objetivos terapéuticos de forma precoz y efectiva. Esto implica una colaboración estrecha con la familia del usuario para pesquisar precozmente barreras de salud y a quienes se debe sensibilizar y educar respecto a los desafíos que el prematuro puede enfrentar; y por supuesto, se los debe involucrar dentro de la terapia de rehabilitación, favoreciendo la adherencia al tratamiento y la continuidad de los resultados luego del alta terapéutica. De esta manera, desde la kinesiología y la transdisciplina se anticipa y promueve un futuro integral e inclusivo para los prematuros.