Ps. Fabiola Kauak A.
Integrarse a la vida universitaria, supone un reto y una oportunidad en la esfera social y académica. No solo se pone en juego la capacidad de responder a la exigencia académica, sino que también, cómo se tramitan las dificultades entre los encuentros y desencuentros con otros. El diálogo entre las semejanzas y las diferencias, así como los espacios de colaboración conjunta, aperturan el aprendizaje, la novedad y la construcción de un lugar de reconocimiento mutuo en la comunidad universitaria que incluye no solo a los/as alumnos/as, sino que también a todos/as quienes pertenecen a la institución.
La experiencia de la diferencia con el otro, las intersecciones entre la trayectorias biográficas profundamente singulares y características personales que otorga la experiencia de pertenencia a un grupo, a una generación y a una institución con una historia, serán un punto de partida para una experiencia transformadora de lo que significa la vida universitaria.
A partir de lo anterior, es posible que surjan las siguientes dudas: ¿Cuánto tiempo toma sentirse parte de un grupo?, ¿qué nos une y qué nos separa?, ¿cuáles son los ires y venires en la construcción de los vínculos que sostienen los grupos?, todas estas interrogantes suelen estar presentes especialmente los primeros años de universidad en que gran parte de las ansiedades tienen que ver con las expectativas y los ideales que se ponen en juego en el deseo de encontrar un grupo de pertenencia rápidamente. El aprendizaje cooperativo y la interacción social dependen de la capacidad de dar lugar a las diferencias y diseñar en conjunto un horizonte común para trazar un plan de trabajo que permita beneficiarse mutuamente de aquello “otro”, diferente de sí mismo y semejante a la vez, fundamento de todo vínculo humano y de la vida en sociedad.