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Herramientas para lograr resolver un conflicto de buena manera

Ps. Constanze Ihl e Ignacio Noriega

Tanto en la universidad, como en nuestras vidas cotidianas, estamos constantemente inmersos en relaciones: con amistades nuevas, compañeros/as de equipo, profesores/as, parejas, personas con las que compartimos espacios, funcionarios/as, vecinos/as y muchas otras personas. Estas relaciones son fundamentales para nuestro desarrollo y tienen un lugar único en nuestras vidas. Sin embargo, estas relaciones no están exentas de roces, malentendidos o incluso enfrentamientos.

La mayor parte del tiempo esperamos que diciendo las palabras correctas, o utilizando el tono adecuado, podamos evitar estos roces. Es válido y comprensible intentar disminuir la presencia de estos, pero la realidad es que no existen las relaciones sociales significativas, sin un grado de malestar. Y aunque al principio puedan parecer alarmantes o incómodos, los conflictos no son una señal de que algo va mal necesariamente. De hecho, pueden ser una oportunidad valiosa para conocernos mejor a nosotros mismos y construir vínculos más auténticos y satisfactorios. Por otro lado, el conflicto puede propiciar espacios para la novedad y el aprendizaje mutuo, especialmente cuando el cuestionamiento o las desavenencias logran ser abordadas desde el respeto y la escucha mutua, nutriendo las relaciones interpersonales y el autoconocimiento.

 ¿Por qué tenemos tanto miedo al conflicto?

Desde pequeños/as, muchos aprendimos que discutir o tener desacuerdos es algo negativo, que hay que evitar a toda costa. Algunas personas crecen en entornos donde el conflicto se vive como algo peligroso, mientras que otras simplemente no tuvieron modelos saludables de resolución de diferencias. Por eso, es comprensible que, al enfrentar un impasse, nos sintamos tensos, culpables o queramos huir.

Pero la realidad es que los conflictos son parte natural de cualquier relación significativa. No hay dos personas que piensen, sientan o vivan las cosas exactamente igual. Lo importante no es evitar todo conflicto, sino aprender a enfrentarlo de forma que nos permita crecer individualmente y en relación con el otro.

Cada vez que algo nos molesta de alguien más, esto también abre una ventana hacia nuestro mundo interior. ¿Por qué eso nos toca tanto? ¿Qué expectativa teníamos? ¿Qué valor se ve amenazado? ¿Qué espero de la otra persona? Estas preguntas nos invitan a mirar hacia adentro con honestidad y curiosidad. Identificar lo que me sucede en el contexto de un conflicto me permite comunicarme mejor, entenderme mejor, evitar atribuir culpas al momento de resolver, y lograr resultados más satisfactorios.