Jueves 20 de Octubre de 2016
Columna de opinión del decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública, Marco Moreno
La exigencia del principio de responsabilidad política solicitada ampliamente desde todos los sectores políticos a los involucrados en la actual crisis, unida a la amenaza de una baja participación electoral y de un abstencionismo histórico en democracia, obligó a esta decisión que puede caracterizarse como desesperada, acotada —a dos carteras, Justicia y Bienes Nacionales— más la renuncia del ministro Máximo Pacheco (Energía), que al final del día terminó leyéndose como un guiño de La Moneda a las pretensiones de Ricardo Lagos para instalarse como el candidato presidencial único de la Nueva Mayoría.
El factor cosmético se relaciona con la superficialidad de los cambios. En estricto rigor, lo que se buscó fue diluir el costo de la salida de Javiera Blanco. Fue su cercanía al círculo estrecho de la mandataria lo que habría llevado a empacar su salida con la del ministro de Bienes Nacionales, Víctor Osorio, que fue informado de la decisión presidencial en medio de actividades oficiales de su cartera en Ecuador. Su salida sigue siendo un misterio ya que el argumento de una carrera por un cupo al parlamento también debiera haberse aplicado a otros que han sido mencionados para competir por un escaño en la Cámara o el Senado como Ximena Rincón, Claudia Pascual, Marcos Barraza o el propio ministro vocero Marcelo Díaz.
La orfandad de la Presidenta al interior de la propia coalición gobernante explica por qué no pudo realizar un cambio con la profundidad que ella hubiese esperado. Esto se ve confirmado por la ausencia de un diseño que le diera consistencia estratégica a su gobierno en medio de la actual crisis, y de paso, para concluir la "obra gruesa" de su administración.
La pregunta que surge es si éste es el cambio que la Presidenta quiso hacer, o solo el que pudo hacer. Esto explicaría la improvisación con la que se actuó. Parece confirmar lo anterior también, el hecho que los principales sindicados junto con la ex ministra Blanco, sus colegas del Comité Político (Mario Fernández, Nicolás Eyzaguirre y Marcelo Díaz) hayan quedado intactos en este ajuste ministerial. Esto refuerza la tesis del vacío de poder que ronda entre los partidos de gobierno.
Pero el movimiento más sorprendente fue el que digitó el Laguismo.
En lo que podría leerse como una intervención de los operadores de la candidatura de Ricardo Lagos en La Moneda, y en medio del vacío de poder que hoy se observa, estos consiguieron que las carteras de Justicia y Bienes Nacionales fueran ocupadas por dos partidarios de Ricardo Lagos.
El nuevo ministro de Justicia, Jaime Campos ─ex ministro de Agricultura en la Administración de Lagos─ es reconocido al interior del Partido Radical como un adherente de la opción de Lagos.
Campos al igual que el ministro José Antonio Gómez, no se ubican precisamente entre los partidarios del senador Alejandro Guillier y han hecho una velada crítica a su performance de candidato presidencial en ciernes. Nivia Palma por su parte, también es una cercana al ex presidente. Fue colaboradora de Lagos cuando éste desempeño la cartera de Educación durante el gobierno de Patricio Aylwin y durante su mandato dirigió el Fondart. Su designación también le permite tender puentes con los movimientos emergentes de izquierda de la Nueva Mayoría hasta ahora críticos de su nuevo intento de llegar a La Moneda.
Tema aparte es el estudiado desplazamiento de Máximo Pacheco al comando de Lagos. Su rechazo, no desmentido del todo, a un cargo en el Comité Político no habría sido casual, sino que resultado de un diseño concebido para generar un efecto comunicacional, de posicionamiento en la agenda de los medios y para afirmar sus relaciones con la elite empresarial.
De este modo, un significativo número de ministros, liderados ahora desde el Comité Político de reconocida factura Laguista pueden facilitar el posicionamiento en la agenda gubernamental del proyecto político de Lagos delineado en su mirada estratégica de Chile al 2040.
Ciertamente no se trata de un intervencionismo desatado. Pero si permitiría permear e influir con sus ideas el diseño e implementación de políticas─ bajo un enfoque incremental y gradualista─ que posibilite mejorar su piso político que se exprese en apoyo electoral.
Para esto el Laguismo en La Moneda tiene un año largo, en donde el peso del poder ejecutivo en un país presidencialista es, a pesar de los problemas y resultados de la actual administración, un activo fundamental para pavimentar el siempre difícil camino a La Moneda.
Marco Moreno
Decano, Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública
Universidad Central
Fuente: www.t13.cl