La actividad reunió a José Barraza, secretario ejecutivo de la Corporación Chinchorro Marka, que gestionó exitosamente ante la UNESCO la declaración de la Cultura Chinchorro como Patrimonio de la Humanidad; Mauricio Lorca, Antropólogo investigador de la Universidad de Atacama; y Paola González, abogada y arqueóloga jefa del sitio El Olivar, de La Serena.
Diversas organizaciones de la sociedad civil se han interesado en los últimos años en apropiarse de los procesos de rescate patrimonial. Con estas o similares palabras, los tres panelistas que participaron en el reciente “Conversatorio: De Chinchorro a El Olivar. Al rescate de nuestras raíces”, expresaron una de las ideas centrales surgidas en el diálogo.
La actividad organizada por la Dirección Regional de Comunicaciones de la Universidad Central Región de Coquimbo reunió a José Barraza, secretario ejecutivo de la Corporación Chinchorro Marka, que gestionó exitosamente ante la UNESCO la declaración de la Cultura Chinchorro como Patrimonio de la Humanidad; Mauricio Lorca, Antropólogo investigador de la Universidad de Atacama; y Paola González, abogada y arqueóloga jefa del sitio El Olivar, de La Serena.
Para el profesor Barraza, un tema central en este ámbito cultural es la gestión del patrimonio. “¿Quién lo administra?, ¿quién lo cuida?”, se pregunta y el mismo responde que para ellos las juntas de vecinos han sido clave. Han trabajado con tres organizaciones vecinales y reconoce que “sin ellas el patrimonio no existe”, al tiempo que defiende “una participación ciudadana real, no como la que está plasmada en la ley actual”.
Mauricio Lorca, en tanto, destaca como los conceptos de Cultura, Identidad y Patrimonio, parecieran ser hoy uno solo, un sinónimo, y resalta que este concepto “ha sido apropiado por la sociedad civil”. El Estado -sostiene- siempre ha determinado qué es patrimonio, pero hoy se dan “dinámicas de patrimonialización” en las cuales las organizaciones juegan un papel relevante.
El patrimonio es un catalizador de la movilización social, afirma Lorca, y añade que la sociedad civil es hoy la que reconoce lo que es patrimonio, al mismo tiempo que impugna otros como algunos monumentos públicos.
Por su parte, Paola González -académica de la Universidad de Chile-, llamó la atención sobre el interés que suscita el tema del patrimonio en la sociedad y lo ejemplifica con el sitio de El Olivar como “gran fuente de inspiración para la reetnificación de la cultura diaguita”. Contó que un sitio de Facebook (Recate arqueológico El Olivar) tiene más de 14.000 seguidores, lo que revela “gran interés en el tema” y, más importante aún, es que ha aumentado la búsqueda del reconocimiento: “Hay una enorme cantidad de comunidades diaguitas que se auto legitiman”, sostuvo.
En el diálogo, conducido por la Directora Regional de Comunicaciones Orieta Collao, otro tema en discusión fue el papel de la educación en la preservación del patrimonio. Al respecto, Paola González sostuvo que “hay una deuda gigantesca en relación a la cultura precolombina” en la formación en las escuelas chilenas. En los libros de historia nacional, lo diaguita ocupa apenas una página, pero este cambio no depende de los arqueólogos, sino de políticas públicas que lleven a un cambio curricular.
Lorca -Doctor en Gestión de la cultura y el patrimonio- coincide con esta visión y afirma que “Las comunidades quieren elegir su patrimonio” y por eso se ha visto en diversas ciudades el cuestionamiento a ciertos monumentos. Se refiere al derrumbamiento de estatuas y bustos de figuras como la de Baquedano, en Santiago,
Ante la pregunta “¿Qué nos une en esta enorme región del norte de Chile?”, los panelistas no tuvieron respuestas categóricas. Para Lorca, un elemento común puede ser el rol de la minería que ha estado presente en distintas épocas, por ejemplo, se creó una cultura pampeana con la explotación del salitre. Para él, sin embargo, es difícil buscar una identidad común cuando hoy lo que más se valora es la diversidad cultural.
Barraza, en tanto, estima que se trata de territorios en los cuales han vivido nuestros pueblos originarios que han empleado formas de habitar el desierto y las zonas semi áridas.
Paola González, si bien es cierto que la minería puede ser un elemento común, subraya que es una pregunta difícil de responder pues tiene varias dimensiones o capas. Hay 20.000 años de vida prehispánica en los cuales las comunidades habitaban los territorios de una forma en que no dejaban huellas, pero en 500 años de vida occidental los efectos son letales.
Es un momento de redefiniciones profundas y de defensa de los paisajes culturales. No es posible dejar que la gran minería ocupe las cabeceras de los valles, demandó la arqueóloga.
Estos y otros temas fueron tratados en el conversatorio, cuya grabación en video quedó disponible aquí, para quienes se interesen